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Conjurar el miedo

En lugar de expectación, septiembre es una lista de infaustos presagios que alimenta el miedo

En lugar de expectación por el nuevo curso, lo que se respira en este septiembre es la amenaza. Da miedo la lista de infaustos presagios que se ciernen sobre nuestras cabezas: sequía, inflación, guerra, precios de la energía disparados, hipotecas lo mismo… Son problemas reales, pero también chantajes: lo que viene es malo, muy malo, no pienses que te vas a ir de rositas, que algún sacrificio tendrás que hacer. Ese es el mensaje. A fuerza de repetirlo se convierte en certeza, la indignación se vuelve conformismo y las posibilidades de cambio se desactivan ante un apocalipsis en ciernes. Pero conviene rascar detrás de esos augurios, a ver quiénes son los profetas y qué interés tienen en convencernos de que no nos libraremos del caos.

La sequía, y la evidencia de los cortes de agua en muchas localidades, es una de esas amenazas. Estamos a un paso del colapso hídrico, pero la escasez de agua no es el verdadero problema. La causa principal del vaciamiento de los embalses es el exceso de consumo generado por el regadío, cuya superficie no para de crecer. De hecho supone ya entre el 85 y el 93% del consumo total de agua, y eso sin contar con el regadío ilegal. La mayor parte de esa producción se envía fuera, a precios bajos y contra todos los principios de la soberanía alimentaria. Un engranaje disparatado pone en peligro un recurso que es de todos, mientras las grandes empresas del sector hacen caja.

Otro ejemplo, este tiene que ver con el conflicto entre Ucrania y Rusia y el desabastecimiento de poblaciones del Sur que dependen de su trigo, maíz y girasol. Pero la crisis alimentaria actual no tiene que ver solo con la falta de alimentos, sino con una especulación desaforada, denunciada por los movimientos sociales. La verdadera guerra no se libra en el campo de batalla sino en las bolsas internacionales. En un mundo globalizado los conflictos no tienen fronteras, y el joven que pasa hambre en Somalia será capaz de atravesar el desierto y poner en peligro su vida saltando la valla de Melilla.

¿Buscamos más casos?: los salarios no deben subirse, los inmigrantes nos invaden, hay que invertir en defensa… Es interesante ir a las causas reales de los desastres que nos auguran. El primer paso contra la resignación es dudar del relato. Y, tras conjurar el miedo, imaginar salidas democráticas, inclusivas, por modestas que estas sean. Ese movimiento ya construye un futuro diferente.

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