Mucha gente no hace más que repetirnos que los españoles no quieren mayorías absolutas y prefieren los gobiernos de coalición, que incluso proclaman algunas encuestas. Por supuesto que a nadie le amarga el dulce de conseguir esa mayoría y gobernar sin problemas y con todas las consecuencias. Pero de cumplirse ese supuesto deseo popular, que se ha consumado sobradamente en los últimos comicios, ya ven el resultado: una considerable cantidad de gobiernos, incluido el propio de la nación, comunidades y ayuntamientos, andan de la ceca a la meca tratando de conseguir coaliciones o acuerdos que permitan su gobernabilidad. Y en este trance abundan mercadeos increíbles, cambalaches vergonzantes y alianzas inconcebibles, hasta el punto de que el partido menos votado puede erigirse en gobernante. Con lo cual el partido que el votante elige, aun consiguiendo ser el más votado, puede verse relegado o someterse al imperio del conchabeo más indigno.

Y en este complejo y desconcertante juego de postureos -esa palabra horrible- y trueques inauditos, abundan el chantaje y la amenaza, al que no es ajeno el propio gobierno. Cuando compongo estas líneas PNV amenaza la investidura de Pedro Sánchez para conseguir una mayoría batasuna en Navarra y anexionarla al separatismo vasco en compañía de Bildu. Lo que ha sacado a relucir los negociaciones del nefasto e incompetente Rodríguez Zapatero con los asesinos etarras ("actas de indignidad", se ha dicho). Cuestión que debiera aclararse de una vez. Conocidas son las componendas que trama el actual presidente con ERC y PNV, a quienes, se ha publicado, el PSOE ha ofrecido una reforma judicial para otorgarles poder sobre los jueces. Lo cual es inconcebible en un Estado de Derecho con separación de poderes. Más intervencionismo. Y de soslayo Ciudadanos, no sé si en la duda hamletiana o en su eterna indefinición y ambigüedad desesperante.

En este rompecabezas endemoniado de bloqueo total la intimidación y el chantaje se mezclan con ese empeño de hacer de Vox -con quien Populares y Ciudadanos gobiernan ya en Andalucía y pretenden gobernar en otros municipios y territorios- un apestado mientras se arriesga entregar al populismo separatista ayuntamientos y comunidades. Algo que respecto de los socialistas parece inconcebible porque no hay nada más contrario al socialismo que el nacionalismo independentista y excluyente. Pero en este desbarajuste, como en tantas otras circunstancias, actitudes más allá de la aritmética y la coherencia, la política personal y partidista, las ambiciones y los intereses particulares, las pretensiones sectarias, tratan de imponerse a la razón y a las justas alianzas a favor de la estabilidad política. Cuando no se tiene la mayoría, y son muchos los que a estas alturas no la tienen, posturas altaneras, amenazas y cordones sanitarios -tan asquerosamente antidemocráticos- están sobrando. En todo caso se impone la lealtad al orden constitucional.

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