El pasado viernes fue la Noche Europea de los Investigadores. Las carpas de la Avenida de Andalucía acogieron un buen número de puestos que al estilo de los ambulantes mostraban el concepto de sus ciencias. Estaban representadas las distintas facultades y los distintos departamentos de la Universidad de Huelva. Sin lugar a dudas, una experiencia hermosa donde investigadoras e investigadores salen de sus despachos y laboratorios para ponerse a pie de calle, a vociferar en una feria algunos detalles de su labor diaria. A menudo se olvida la importancia de la investigación, de buscar la fórmula correcta para un problema concreto. Algo que nos hace una vida más placentera y también más larga. Y los tenemos ahí, al final de esta avenida (y también en otros Campus), trabajando. Tendemos a volver impersonal aquello que no muestra rostros, por eso me parece bonita la experiencia de ver a peques, adolescentes, y adultos de todas las edades, pasearse en esta muestra abierta. Reconozco que soy asiduo, y quedé con unos amigos para ir. Me dijeron de pasarnos para las siete de la tarde y les respondí que mejor antes pues se llenaba de gente. Así fue, y es una alegría esa movilización. Unos por curiosidad, otros de paso, había quienes repetían. Fuera cual fuera el motivo, objetivo conseguido. Motos de carreras, un vehículo solar, drones, prácticas de reanimación cardiovascular, actividades de pesca, juegos matemáticos,... Una fiesta de la ciencia y la investigación para no especialistas aunque sí curiosos.

Leí en Twitter cómo alguien señalaba la falta de espacios dedicados a las Humanidades y las Ciencias Sociales, y es cierto que su presencia no era especialmente abundante pero también responde a su propia esencia. Pues en la mayor parte de los casos se centran en aspectos poco tangibles, dúctiles o maleables. O darían, sencillamente, poco juego llamativo. Pero cada vez hay un mayor esfuerzo por su presencia, y habrá que loarlo. Puede que algunos de sus hijos se pararan a realizar un dibujo sobre la pandemia que después analizará la gente de sociología. O que manipulasen barro para hacer enseres al modo de otras épocas bajo la guía de historiadores. Tal vez viesen la variedad de lenguas que conviven en la señalética de nuestras calles y escribieran en el mural que proponía el Área de Lengua española. O, como en mi caso, acudieran a hacerse una fotografía con la mismísima Zenobia (propuesta de la Cátedra Juan Ramón Jiménez). ¡Bravo! En cualquier caso, sean de la rama que sean, pasarán 365 días para que vuelva esta muestra y, mientras tanto, seguirán investigando para hacernos la vida mejor.

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