Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Poca diferencia existe entre las palabras cesura y censura. Tal vez les suene más la segunda por aquello de la moción de censura que, hace unos días, ha presentado el PSOE al Gobierno de España y que, si no prospera, ya ha anunciado Podemos que presentará otra. Censurar, a fin de cuentas, es reprobar, parar algo que no funciona, hacer una pausa ante evidentes situaciones de irresponsabilidad. Nuestro Gobierno necesita una moción de censura. Y Rajoy, si amara España, ya se habría marchado. Rajoy es decadencia, los restos del trágico 98 español, pero no quiere reconocerlo. Rajoy debería amarse más a sí mismo, amar, por tanto, más a España, y dejar que las cosas funcionen en manos de otros. Muy fácil hubiera resultado que Rajoy hubiese dimitido hace meses y en su lugar nos encontraríamos a alguien, de su partido, con mayor proyección en el amor a la patria (o no, pero hay que intentarlo).
España está como los dos hemistiquios de un verso, y Rajoy lo lee todo de corrido, sin pausa, sin respiración (la cesura es el espacio o pausa dentro de un verso separando dos partes llamadas hemistiquios). Y aún no vamos de corrido, aún queda mucho por hacer. Me queda probado que Rajoy no quiere a España, pero Pedro Sánchez, Rivera o Pablo Iglesias tampoco. Dice Gregorio Luri que uno de los problemas de España es que se ha querido poco a sí misma, que ha habido demasiadas personas intentando comprenderla para ver si podían amarla. "Las patrias solo se entienden cuando se las ama", dice Luri.
Por mucho que Hölderlin dejó escrito en su poema Patmos "Donde está el peligro, crece también lo que salva", aún no hemos salido de una para entrar en otra. Y España no está en situaciones de probar, de experimentar, ni siquiera de convocar a las masas para preguntarles si es lícito comprarse un chalet o no, si es honesto presentar una moción de censura o no. No nos queremos lo suficiente para entender a Hölderlin. Aún tenemos a políticos de segunda o de tercera categoría. Una moción de censura de Sánchez da risa, y de Iglesias pena.
Escribía Félix de Azúa hace unos días con mucho sentido común "El ansia de protagonismo de los políticos (en España), su megalomanía, es tan desaforada que ni siquiera se percatan del espantoso ridículo que harían en cualquier país civilizado". Ámense un poco más y quieran a su país, que es el nuestro, verán como mandamos a hacer puñetas a toda esta panda de políticos carajotes. Ustedes no son las masas, si caen en ello serán iguales que los demás.
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