La cercanía electoral no es el momento idóneo para que resalte lo mejor de una democracia. Nos espera año y medio ingrato. Esta semana publicó El País una conversación de mayo de 2017 entre la secretaria general del PP Dolores de Cospedal y el comisario corrupto José Manuel Villarejo, cuando ella era ministra de Defensa y el director del CNI le reportaba. Se oía cómo inventaban dossiers contra Pablo Iglesias y Podemos, con un desahogo inmoral y obsceno. Aunque la catalogación moral de Feijóo ha sido diferente.

Al jefe del PP las grabaciones no le producen nerviosismo. Minimiza con desdén la prueba de una conjura desde la cúpula del Estado; le parecen leves las responsabilidades políticas o delictivas. Por el contrario, a Feijóo el viaje de la ministra de Igualdad a Estados Unidos "con unas amigas" le parece una falta de respeto a la gente. Se afea un viaje oficial y se exonera una conspiración con objetivos espurios. Hay días en los que Alberto no es que pierda altura, es que hace vuelos rasantes.

El presidente Sánchez no queda atrás. Aparenta que la debacle andaluza no le afecta. Ha triunfado en la cumbre de la OTAN, pero comete desatinos. Esta semana ha hecho dos jugadas oportunistas. Anuncia en una entrevista que va a estabilizar en el empleo a 67.000 sanitarios, cuando es competencia de las autonomías, con las que se ha consensuado. Y cuela a los socios de Gobierno mil millones más para Defensa, en la letra pequeña de una comisión de subsecretarios.

En el camarote de los 22 ministerios hay carreras de saco. La falta de autoridad de sus portavoces acrecienta la ansiedad del presidente. Hay mucho peso pluma entre ministros que dan la cara, como los de Exteriores, Presidencia o Portavoz. Pasa igual con los insustanciales portavoces socialistas en el Congreso o la ejecutiva federal. Están muy lejos de la contundencia de los Borrell, Calvo o Ábalos. Algo parecido ocurre con Belarra sustituyendo a Iglesias. Y a menos autoridad, más roces. Sólo quedan dos tenores en el Gobierno; Sánchez y Díaz.

La vicepresidenta lanzó el viernes Sumar. Después del éxito de la marca blanca Juanma en Andalucía, he aquí otra marca blanca sin partidos, sin apellidos, sin ideología, abierta a todos. Un calco. Pablo Iglesias sostiene que está a disposición de Yolanda Díaz como un soldado. Hace dos meses, cuando negociaban a cara de perro la candidatura para las andaluzas insinuó que el proyecto nacía muerto. Pablo depende de su estado de ánimo. Ha aprovechado la grabación de Cospedal y Villarejo para arremeter contra la prensa y la calidad de la democracia española. Que no es tan mala, por cierto: jueces de todo rango archivaron todas las falsas denuncias contra Iglesias. El Estado de Derecho funciona, incluso en vísperas electorales.

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