Hoy he vuelto a pisar el sendero de las cosas que pasan, que se olvidan, que permanecen ocultas en cualquier rincón del alma. Me he encontrado, husmeando en los archivos perdidos de la biblioteca, un ejemplar de un libro añorado en el tiempo. Su título Canciones de amanecer. Un conjunto de páginas llenas de una sutil poesía intima, de esa que se escribe y se lee en voz baja, para no asustar al fantasma del tiempo. Me agradan estas sorpresas. Volver a leer lo que uno mismo escribió hace más de medio siglo, en como mirarte en el espejo de lo invisible y ver tu imagen, entre la bruma de los años, con toda esa nitidez de las cosas que se escriben saliendo del alma. Me encanta la poesía, tanto que soy incapaz de trasladarla en versos con rimas definidas y pensamientos sujetos a métrica y medida. Mi poesía es libre, no se sujeta a métodos, quiere nacer y lo hace en la libertad de la lírica que duerme en el corazón.

Canciones de amanecer, siguió a otras escritas con anterioridad, en la bella etapa de mi vida gaditana. Yo las llamé Canciones de soledad y seguían el rumbo de unos breves comentarios que cada noche surcaban las ondas andaluzas y que al compás de una suave melodía, de esas que avivan la tranquilidad después de un azaroso día de trabajos y de ilusiones, muchas veces vacías de realidades. Me gustaría recomendar a quienes les gustan dejar escritos sus pensamientos en publicaciones de tiempos pasados, en libros llenos de intimidad literarias, que se agotan en el laberinto de los años, que volvieran a reeditar lo que un día fue motivo de inspiración. Volver a darle nueva vida para nuevos lectores. Aunque fueran en esas tiradas modernas de corto número de ejemplares, para el deleite de los amigos, de la familia, de aquellos amores que se fueron en las olas de la vida. Un libro escrito con alma, con pasión a flor de cada pensamiento, no debe morir nunca en el abandono de una habitación llena de recuerdos, Un libro, por inocente que sea, por pequeña utopía de juventud esperanzadora de nuevos caminos, no debe morir tendido en la frialdad de una mesa llena de polvo y abandonada en la distancia. Mis canciones de ayer me han vuelto a una etapa que todos guardamos con una alegría escondida en el corazón, Años en que las dificultades se veían mas lejos y la poesía del amor juvenil estaba naciendo en nosotros. Escribir pensamientos que brotan del espíritu, es dar salida a la luz de las palabras dormidas dentro de nuestra fantasía. La prosa poética siempre ha tenido la música de los versos contenidos en su escala de valores gramaticales.

Me encanta esa manera de sentir la música poética del alma. No te avergüences, a veces, de comprobar cómo eran tus sentimientos de otros tiempos. Ellos eran latidos de tu mundo interior, que dieron fuerza y vida a tu propio existir de hoy. Vivir lo pasado en vivir dos veces. Y si ello te trajo algo de felicidad literaria, vuélvela a vivir con ansiedad, con pasión, meciéndola en esa cuna eterna de la dicha que llega.

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