Santiago Hierro

Calles choqueras que desaparecieron

Opinión

SIGUIENDO en la andadura de un par de calles onubenses, como fueron la llamada Nueva, y otra rotulada, por calle Garcí-Díaz; es por tanto mi deseo, continuar y recordar su historia de allá, entre las décadas de los años 30 al 40.

En este ensanche continuado de la calle Nueva, hubo varias casas de su derecha, entre ellas, la de la familia Fonseca y otros vecinos no recordados, para terminar con el caserón del Colegio de San Enrique. Por su parte izquierda, desembocaba con la aludida calle Madre Ana, llamándose después, Almirante Garrocho, pero no dejó de mencionarse por el pueblo, como Madre Ana, o Madreana, en la estrechez de su calzada.

Se recordará siempre, en la Semana Santa onubense, cuando los pasos de Jesús de la Pasión y la Virgen del Refugio se introducía por esta vía casi rozando las fachadas de sus casas, dando la sensación de querer adentrarse en sus portales. Por esta parte izquierda estuvo la casa de Paco, el dueño de la taberna de La Angarilla.

Le seguía, la casa de Revuelta, el barquillero, que fabricaba galletas, para barquillos y cucuruchos. Por dos perras gordas (veinte céntimos) te vendía una buena porción de recortadura, que era el deleite de los críos.

Dejando a su izquierda la Plaza de la Soledad, sin hacer alusión a ella para nada, por estar muy comentada; nos introducimos en el inicio de la calle Garcí-Díaz, con la casa ya mencionada de La Angarilla, que doblando, para hacer el recorrido por dicha calle, había en esta esquina una casa de vecindad muy deteriorada por los años que la historia o la leyenda, se le atribuía al predescubridor de las tierras de América, el avezado marino onubense Alonso Sánchez.

Esta calle, con más casas a su derecha que a su izquierda, que por esta última era trasera de una alta tapia de fila de viviendas de la calle Silos. La nominación rotulada de Garcí-Díaz, se refiere la historia, que lleva este nombre atribuido al que fue capitán García Díaz de Lepe, de ilustre familia huelvana.

Fue muy bien conocida la historiada calle, bulliciosa y alegre, pero también, por familias y establecimientos muy populares pero para no extenderme demasiado citaré de forma sucinta a los más recordados en estos momentos, Diego El loro, con sus gallos de pelea, Paca La carabinera, la carbonería de Inés, la de Fernando Torres, Diego Moro, el lechero, Manuel Satuel, la familia de Santos Gallego, el zapatero El Cuartos, la panadería La Unión y otras familias que atrás han quedado.

Casi esquina con la calle San Sebastián, estaba la popular pero triste, funeraria de Dominguito, con aquellos coches fúnebres, de un negro subido o de color blanco, para los infantes y, al remate de la calle, se encontraba la taberna de Márquez, que pasó después, a la familia de Quintero.

Estas dos calles mencionadas, les llegó su tiempo, para que la piqueta las demoliera, borrándolas del mobiliario callejero, porque el progreso se iba imponiendo para ensanchar la fisionomía de la ciudad, convirtiendo y transformando esta demolición, en Avenida de Pablo Rada.

En nuestro criterio, el topónimo que ostenta esta amplia avenida, no hubiera sido mejor haber elegido otra nomenclatura, de otro personaje, de mayor resonancia y mejores hechos históricos.

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