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El nombre de las calles y plazas de un municipio cuenta su historia, como lo hace el conjunto de insignias que una cofradía incluye en su cortejo. Comprender las claves para interpretar este lenguaje es disfrutar también del patrimonio que veremos pronto por nuestra ciudad.
Pero volvamos a las calles: quitando el caso de los escritores, que parece ser un recurso que otorga cierto lustre (aunque sus obras no se lean), en muchos pueblos y ciudades encontramos vías tituladas con advocaciones de Nuestro Señor Jesucristo, su Santísima Madre o diversos santos de la Iglesia.
Una ojeada al Callecedario de Domingo Martín nos proporciona ciertos datos más que interesantes: “Jesús de la Pasión” es probablemente la más antigua de entre nuestras calles cofrades, rotulada en 1948. La Virgen de la Esperanza, casualmente, tiene dos espacios dedicados: una plaza en el Barrio de la Orden (1986) y la calle en la que se encuentra su Capilla, con el título de “Nuestra Señora de la Esperanza Coronada”, de designación más reciente (2009). También tiene su paseo la Virgen de la Victoria (2008) y Nuestro Padre Jesús Nazareno (1999). Otras advocaciones gozan igualmente de este privilegio, entre ellos el pasaje “Cristo de la Sangre” (1987), el pasaje “Cristo de la Misericordia” (2004), la calle “Cristo de la Redención” (2018) o la plaza “Virgen de los Ángeles”, inaugurada en 2020. Son solo algunos ejemplos entre los que no quiero olvidarme de la Virgen de los Dolores de la Hermandad de la Lanzada, que cuenta con una castiza plaza en su barrio de las Colonias nada menos que desde 1973.
Pero si elijo este tema para escribir en el día de hoy es por un caso muy especial que merece nuestra atención: el de la calle “La Paz”, que une “Alfonso XII” y “Rábida” atravesando “Miguel Redondo” en pleno centro de nuestra ciudad. Este espacio, siguiendo a Domingo Martín, es denominado así desde 1876, a causa del sobrenombre que recibió Alfonso XII (el pacificador) tras finalizar la III Guerra Carlista. Tras varios cambios a partir de 1911, recupera su título con el inicio de la Dictadura hasta que en 1948 el Ayuntamiento adopta el acuerdo de denominarla “Nuestra Señora de la Paz” tras la propuesta, según parece, de los propios vecinos.
No es de extrañar que la gran influencia de los cofrades de la Hermandad del Cristo de la Victoria, muchos de ellos caballeros mutilados y excombatientes que contaban con la estima del Régimen, acelerara el proceso de otorgar una calle en el centro de Huelva a la titular de una Hermandad fundada solo cinco años antes (1943), a pesar de la proximidad del templo de San Francisco donde se encontraba entonces la cofradía. Sin embargo, por algún motivo, este cambio no llegó a darse de forma definitiva, por lo que hoy seguimos teniendo la calle “La Paz”.
Sin la intención de menospreciar la paz que tanta falta hace en la sociedad actual, me gustaría animar a la Hermandad de los Mutilados no a pedir nada, sino a hacer valer el acuerdo municipal de 1948 que denomina este espacio como calle “Nuestra Señora de la Paz”. Seguro que, de ser así, los cofrades de esta querida corporación tendrán el buen gusto de contribuir al embellecimiento de este espacio con algún azulejo con el que los que frecuentamos la calle a diario tengamos la gracia de poner a la Santísima Virgen en nuestro pensamiento a la hora de ir al trabajo o de realizar cualquier recado o paseo. El bellísimo rostro de la Virgen de la Paz, junto a otras imágenes próximas que también cuentan con magníficos retablos cerámicos, animará sin duda las oraciones de los devotos que, además de la cuestión estética, agradecemos tener al Señor y a la Virgen en nuestra mente. Cuanto más tiempo, mejor. ¿Qué hay demasiados azulejos de santos? Estamos en Huelva, no en Doha.
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