Hablemos del “buen hacer”, retrotrayéndonos al inicio de este curso cofrade y, siempre, claro, bajo mi humilde opinión. Porque han existido otros hechos o momentos que han demostrado el “buen hacer” de nuestras hermandades, pero estos, son los que han captado más la atención de quien suscribe estas líneas.

No soy experta en bordados, ni en lo que a ese mundo rodea, por lo que habitualmente no suelo expresar opinión al respecto, sino que me limito a escuchar y a aprender, pero sí sé, lógicamente, lo que visualmente me llega. Y, todas nuestras hermandades intentan ese engrandecimiento patrimonial al respecto, pero permítanme destacar el manto proyectado para Nuestra Madre de Consolación y Correa en sus Dolores por la originalidad de su delineación, y, porque realzará, más si cabe, la plasticidad de Nuestra Dolorosa. Del mismo modo, entiendo destacable el nuevo Simpecado Servita de la Hermandad de los Judíos, por su fuente inspiradora en el diseño y la unión que conllevará con la Hermandad del Rocío de Huelva.

En cuanto a momentos vividos, creo, que será difícil olvidar la salida extraordinaria de María Santísima del Rocío y Esperanza. La Hermandad del Calvario volvió a hacer gala de su elegancia y exquisitez, como, recientemente la ha hecho de su sencillez, por ese íntimo acto de imposición de la medalla de la ciudad de Huelva en su capilla.

Y si de imposiciones de medalla se trata, sólo puedo destacar el “buen sabor” que María Santísima de los Dolores nos dejó el pasado mes de noviembre. El aroma de la historia se paseó por nuestras calles.

Y, si de “buen hacer” por parte de nuestras hermandades o de quienes las conforman va este artículo, no puedo más que resaltar ese compartido momento, en el que por parte del Hermano Mayor de la Hermandad del Nazareno, se recogía, en nuestras pasadas fiestas patronales, la medalla de la ciudad de Hueva, concedida a María Santísima de la Amargura. Con Marcos de la Corte Dabrio subían, a recoger esa distinción, sus predecesores en el cargo, dando una imagen corporativa, y simbolizando que esa medalla correspondía y pertenecía a toda la hermandad y a todos los tiempos. Admirable ese momento.

Y, el ya pasado 10 de marzo, Nuestro Padre Jesús Nazareno tomó, textualmente, las calles por las que discurría, en su Vía Crucis. Y, se adueñó de ellas, con unos pies diferentes, distintos hermanos de la corporación que desearon portar al Señor, amén de darle cabida a devotos que quisieron sentirlo bajo sus hombros. Por este “dar lugar a los deseos de esos devotos”, según se me ha indicado por un hermano de la hermandad, hubo algún retraso en el horario establecido. Pues, ¡bendito retraso, por tan noble causa! No es la primera vez que felicito a una hermandad, por adoptar la decisión de que en un Vía Crucis se permita a hermanos y devotos portar a su titular. Pero es que, entiendo que un Vía Crucis no necesita de la “profesionalidad”, término tan utilizado hoy día, de las cuadrillas de costaleros, sino que, necesita de esa cercanía del amor que profesan propios y extraños. Nunca se debe olvidar que el patrimonio más importante que puede tener cualquier hermandad, es el humano, y ese hay que cuidarlo, y, con estos detalles, se demuestran esa atención y preocupación.

¡Felicidades, Hermanos Mayores y Oficiales de Junta de las hermandades citadas!

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