La nota de corte que pidió el pasado curso la Facultad de Medicina de Granada fue de 13,27. Una cifra que no ha parado de subir en los últimos años. Es un número simbólico que refleja a las claras el tipo de sociedad que estamos construyendo, basada en la presión y la competencia. Los niños viven obsesionados (y los padres) por llegar a unos objetivos que no todos estamos obligados a alcanzar. Las notas de la Selectividad son las más significativas por lo que suponen de desarrollo profesional, pero hay muchos más ejemplos. Antes, correr una maratón era una proeza destinada a unos cuantos atletas, hoy en día una maratón es una vulgaridad y un reto que prácticamente no se tiene en consideración ante desafíos del tipo triatlones o ironman. Para escalar el Everest hay que hacer cola, cuando en otros tiempos era la hazaña de unos cuantos locos y de unos cuantos sherpas, aunque de esos nunca se habla.

¿Qué pasaría si los bachilleres que mejor nota han sacado en la Selectividad decidieran no hacer la sacrosanta medicina sino alguna otra carrera, tipo Bellas Artes o Sociología? No se trata de juzgar los deseos o aspiraciones de nadie, se trata de sacarnos de la espalda la idea de que el éxito o el fracaso son directamente proporcionales a la dificultad o prestigio social de los estudios que realicemos. Con esas notas tan extremadamente altas se pasa de largo con lo que de vocación o dedicación tienen algunas profesiones, no basta con ser inteligente, en ocasiones hay otras habilidades que tienen que complementar la práctica profesional y que desgraciadamente no se tienen en cuenta en la PEvAU. Insisto, no se trata de juzgar, sino de darnos otras oportunidades como sociedad.

Conozco a mucha gente buena que renunció al supuesto éxito de una carrera profesional bien remunerada por hacer otras cosas, por poner su capacidad al servicio de los demás, por ofrecerse para ir donde nadie quiere, por no dar a los más pobres las migajas que no quieren en otras partes, sino hacerlos protagonistas de su opción de vida. No creo que hayan sido más infelices, puede que tengan menos cosas o no sean tan bien mirados en los círculos de poder, pero han desarrollado como nadie eso que ahora está tan de moda llamada "inteligencia emocional". Con tanta presión ambiental, valoro sobremanera aquellos jóvenes que simplemente deciden estudiar (o desarrollar) lo que les gusta, sin mirar más allá.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios