Manuel González Mairena

Avenida de Andalucía

Cada día la cruzan miles de vehículos. Por su acerado pasean mayores y adolescentes, familias, gente corriendo, en patines o patinetes eléctricos. Pero nadie es de allí, es un lugar de paso, sin pertenencia exacta a ningún barrio y a la vez confluencia de tantos. La zona de tráfico se encuentra completamente adecentada, incluidas sus rotondas, que lucen re-decoradas con mimo. Hay que alabar la creación de las líneas 7 y 7H de autobuses que la cruzan sin circunloquios absurdos y marcan la vertebración de la Avenida con la ciudad, pero cuando uno se baja en la parada señalada hay una diáspora, tú a Houston y yo a California. Aunque en su prolongación, sentido Sevilla, de dos carriles se pasa a tres y en uno de sus tramos se vuelve a achicar a dos, justo allí donde hay una farmacia 24 horas, un estanco 24 horas y un aparcamiento en segunda fila 24 horas.

Pero centrémonos en su bulevar. Esa zona central. Ese acierto del último cuarto del siglo pasado. Cuatro zonas ampliamente transitables que lucen con una majestuosa arboleda, cobijo de la tan necesaria sombra en los meses más caloríficos. Por suerte la mayoría de sus palmeras se libraron del picudo. Y al albero y las baldosas le acompañan bien tramos de césped y de setos, aunque ambos tienden a lo agreste, descontrolados y cuidados a destiempo. De esa sensación de oasis se congratulan los tres restaurantes que se salpican por su recorrido.

No obstante, entre tanto verde y tanto locus amoenus, crece también una cierta sensación de abandono. De sus tres fuentes interiores sólo funciona una con asiduidad, privándonos del hermoso correr el agua. La zona ajardinada del primer tramo no ha recuperado su mejor expresión, cuando estaba poblada de rosales y otras flores coloreadas, donde recuerdo eran asiduos los reportajes fotográficos. La iluminación es deficiente o incluso nula en muchos de sus pasos, haciendo que de noche no apetezca más que cruzarla rápido y mirando de reojo.

Nada más adentrarnos en el segundo tramo, vemos un entramado de plantas trepadoras que cubren una estructura con azulejos rotos y caídos desde no se sabe cuándo. Y unos metros más allá nos toparemos con un escenario sin conciertos ni uso (Carlinhos Brown quedó para otros tiempos), si bien es cierto que las Carpas, un símbolo de esta avenida, no han dejado de acoger eventos. Cuidemos y disfrutemos de la Avenida de Andalucía, patrimonio onubense de la vida, de sus parques infantiles, de la amplitud para el caminante, de sus terrazas, del regalo de la luz.

stats