Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Árboles caídos

Si bien cualquier viento nos lleva a ninguna parte, también una brisa fresca es capaz de recomponernos el ánimo

No somos nadie” es una expresión de pésame y, por extensión, de resignación. De la mano de la infinita comunicación y de su inmediatez, la guerra, artefacto humano donde los haya, nos pone de cara continuamente nuestra insignificancia. Ante el recuerdo de la certeza de ser poca cosa, y quién sabe por qué interruptor, siempre salta en mi memoria una frase de Isidore Ducasse que conocí –y he retenido, en contra de mi natural olvidadizo con los textos– por don Fidel Villegas, profesor de Literatura en bachillerato: “Como los perros, siento necesidad de infinito… ¡Y no puedo, no puedo satisfacer esta necesidad! Soy hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho. Me sorprende… ¡creía ser más!”. En estos días de borrascas, es la Madre Tierra la que nos coloca en la pequeñez, zarandeando y aguando nuestra soberbia: cientos de árboles caídos. Nunca vi algo así, qué estará pasando en esos troncos y esas raíces.

Cortada por el soplido caprichoso del viento la vía férrea que me lleva al trabajo, volviendo sobre mis pasos aún de noche, el lunes se planta de frente, y de lo más filosófico: “Buenos días, chiquitín, ¿quién eres?, ¿qué haces aquí, mirándote los zapatos al caminar?, ¿por qué te das esa importancia y te regodeas a veces en la nostalgia, si cualquiera de esos árboles abatidos tiene más sentido que tú?”. Entonces, un chaval de unos seis años, que camina de la mano de su padre mientras habla por teléfono con la que sin duda es su madre, que debe de estar trabajando, dice, ufano y cumplidor: “Sí, mami, claro que voy al colegio, tengo muchas ganas de ver a mis compañeros”. Y un poco todo cambia. Es como si los plátanos de sombra rotos se volvieran a erguir como en una película de Disney. Lo dicho: no somos nadie, y si bien cualquier viento nos lleva a ninguna parte, también una brisa fresca es capaz de recomponernos el ánimo. El otoño agacha, pero no es sólo eso. Creo que es algo más, en contra del oscuro aforismo de Ducasse.

La caída masiva de árboles por la furia de Bernard simboliza, “por la pasiva”, lo superficial y quizá rayano en el narcisismo de la defensa de un solo árbol de una plaza de tu ciudad o tu pueblo, de igual manera que la extrema visibilidad y debate por la muerte de un joven –que al poco, tras la furia comentarista, es descontada y arrumbada en internet– simboliza ese mismo fenómeno tan humano de individualizar con pasión: miles de personas mueren a sangre y fuego apenas a unos pasos, en un mundo también pequeño. Es grande, sin embargo, nuestra capacidad hacer, de los problemas, nimiedad. Y viceversa.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios