Paco Huelva

Amelia Valcárcel

Es una insigne filósofa del panorama intelectual y distintiva del ideario feminista y progresista

Decir Amelia Valcárcel es sinónimo de sapiencia, de grandeza, de honestidad, de amplitud de miras, de esfuerzo, de razonamiento, de estar dispuesto a dar todas las batallas contra la injusticia.

Pronunciar el nombre de Amelia Valcárcel supone hablar de una de las filósofas más insignes del panorama intelectual contemporáneo y, a su vez, de una de las personas más distintivas del ideario feminista y progresista de este país. El sexo como construcción normativa, la lucha por la paridad, el multiculturalismo y el concepto de igualdad, son parte de su aportación filosófica, sin citar su dedicación al mundo de la educación, la ciencia y la investigación.

Catedrática de Filosofía y miembro del Consejo de Estado, ha sido vicepresidenta del patronato del Museo del Prado, vocal en la Biblioteca Nacional o consultora de Naciones Unidas. Por su abnegada laboriosidad ha sido reconocida con las medallas del Principado de Asturias, del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y es doctora honoris causa de las universidades de Veracruz y de Nuevo León en México, además de la de Valencia, y está en posesión de la Gran Cruz de la Orden Civil Alfonso X el Sabio que otorga el Consejo de ministros de España, entre otras muchas distinciones.

El próximo jueves 27 de enero, Amelia Valcárcel recogerá, en el salón de actos del rectorado de la Universidad de Málaga, el VI premio Humanismo Solidario. Dicho reconocimiento ha sido otorgado con anterioridad a José Luis Sampedro, Emilio Lledó, Jorge Galán, Sami Naïr y Nuria Espert.

El premio carece de dotación económica y el objetivo de la Asociación Internacional Humanismo Solidario, a la que pertenecen casi novecientos creadores de medio centenar de países del orbe, y de la que tengo el honor de ser cofundador, es poner en valor a personalidades o instituciones en su caso, que hayan destacado en la defensa de los principios de solidaridad, interculturalidad, humanidad, igualdad, dignidad y otros valores recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su quehacer personal, docente, intelectual, creativo o literario. Y escribo sobre Amelia Valcárcel porque es necesario recuperar -en estos tiempos de trasnochados radicalismos, que parecen haberse inoculado de nuevo en buena parte de las sociedades-, la voz y el pensamiento de una mujer excepcional, que lucha diariamente por la igualdad entre hombres y mujeres. Que no es poco con los vientos que corren.

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