
En tránsito
Eduardo Jordá
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Ansia viva
No sé si el virus ese nos dejará verla dentro del estadio, pero tal vez eso sea lo menos importante. El que no tiene cura es el que me inoculaste hace casi cincuenta años. Sigue en plena virulencia y esta semana ha tenido un nuevo brote. Volvemos a una final, aita.
La última que compartimos juntos fue la del Calderón. En la de Barcelona no pude verte y en la de Valencia, todo era irreal, como un sueño. Fue en Mestalla cuando le dije a Aitor que le cambiaba la entrada para que pudiera ver el partido con su mujer y él me contestó: "Este partido es para que lo vivamos juntos los dos, por tantos años en San Mamés". Aquel día volvimos a cuando nos diste el dinero que nos faltaba para hacernos socios. Poco después fuimos de esos chavales a los que les dieron fiesta en el colegio para poder ir a recibirles tras su inolvidable desfile con la gabarra por la ría. No sé si te acordarás, pero entonces llevaba una bandera enorme, con un palo de madera cuadrada y a alguien se le ocurrió amarrarle al mástil un oso de peluche que pesaba como un muerto. Llegué a casa con las manos ensangrentadas, sin voz, pero con una felicidad plena. Nada me pesó.
En Madrid vi por última vez a Jose Iragorri, ya enfermito pero feliz, con esa sonrisa que te atrapaba. Le di un abrazo y para mí siempre quedará esa imagen. Volví a casa y, como siempre que volvía de San Mamés con un tropezón, me recibiste con eso de "estáis locos", como si tu no tuvieras nada que ver con esa bendita locura.
Hace unos días volví a escucharte decirlo y te volví a ver con esa risa que te entraba cuando te poníamos la cara de "no toques más las narices, anda", como un chaval al que le pillan en plena travesura. Esa noche recibí mensajes, muchos. De Palomo, de Manolo y uno de voz de mi Fran Luque que, emocionado perdido, recordaba la paliza que nos dimos para vivir el sueño a orillas del Turia y volver a Almería después del partido y trabajar al día siguiente sin un solo segundo de arrepentimiento y con el placer íntimo de haber vivido algo que recordaremos siempre.
El mes que viene volveré a Sevilla, aita. Esta vez no nos harán falta ni hoteles, ni viajes largos. Volveré a escucharte decir eso de "estáis locos" pero con la felicidad de que algo que empezaste, tus hijos lo continúan. No te diré que el resultado no importa porque no es verdad, pero estaré allí para vivir con miles de apasionados por lo mismo que yo. Mi Athletic, nuestro Athletic, como hace casi medio siglo, volverá a hacerme feliz.
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