Análisis

Manuel gómez Marín

El sobrevivir insano al límite sin disfrutar del fútbol

A lo largo de la historia del Decano siempre ha estado la encrucijada de no poder disfrutar

El recreativismo puro y los seguidores menos apasionados fiables, no integrados en la corriente de sufrimientos de generaciones albiazules, forman una familia de mesa camilla de contarse las penas e ingratitudes bajo el yugo de subsistir dejando aparte las ilusiones de aspiraciones deportivas. A lo largo de la vasta historia del Decano siempre ha sido esta encrucijada de no poder disfrutar un período estable de presenciar un partido centrado en lo esencial del fútbol, después de tantos merecimientos acumulados protegiendo y curando al club montando guardia en su agonía. La afición es la única fortaleza que lo mantiene a flote.

El patrón Ayuntamiento accionó el mecanismo de que cualquier reciente pasado fue peor y sacó lustre, tras desembolsar millones de euros para estar más liberados y menos reprimidos. Y es lamentable que atrapado en su carrusel de intrigas vuelva a tener gestos y parece que no se entera de nada. Y el portavoz parece que habla por hablar desde el escondite. No hay alternativas ni soluciones que reconduzcan por la senda correcta un icono que ostenta el único título que no puede conseguir el resto de clubes españoles: la partida de nacimiento, un registro vital básico que significa dar nombre y apellidos.

Y la afición acude al estadio entre este enredo inacabable que se cuece dentro y asistir con oxígeno para que el equipo respire en el campo. Salmerón decepcionado y rogando todavía confía en la rendición de cuentas para mantener con firmeza el pulso competitivo. Un colista recién ascendido respetado y temido, un filial del Málaga sin ganar -peor defensa y ataque del grupo-, sólo dos goles a favor y su único punto hace dos jornadas en el debut de Manolo Sanlúcar, el técnico al que relevó Salmerón la pasada temporada en el Real Murcia. La opción más directa con obligación de triunfo para que la afición olvide por un instante el embrollo del SOS económico.

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