Este Recreativo tiene a todos sus fieles en ascuas. El listón se puso alto por el optimismo expresado desde las entrañas del vestuario, sin contar que el examen hay que aprobarlo en el campo teniendo un rival delante, hasta sembrar un panorama de ilusión en la afición más comprometida de toda la Segunda B. La visión más favorecida es que la plantilla reúne potencial, pero que no hace un bloque consistente. Y que Casquero no encuentra la tecla para que salga una buena composición provocando la inquietud en parte de la grada sobre su proceder y los jugadores no se sueltan, sensibles ante el runrún.

El beneficio de la duda todavía es aconsejable, pese a que hay un principio con fin. La indeterminación del grupo IV, sin fijar posiciones por la inestabilidad de sus componentes, tiene el ejemplo palpable del Recreativo: rey del empate (6) en nueve jornadas y sólo la derrota en Cartagena instalado en la mitad de la tabla desde el arranque para mantener la equidistancia por arriba y por abajo. Sin timón en el juego y sin clarividencia en su quehacer ofensivo navega entre dos aguas teniendo por delante Casquero un crucigrama para disipar dudas y mostrar mayor solidez y coherencia poniendo el sello de identidad.

El deseo es una cosa y el presente es otro. Ocho jornadas sin perder no debería ocultar las deficiencias, pero vale como sustento de fuerza mental para buscar soluciones y menos excusas en los reveses. Melilla es un rival inexpugnable en su campo sin encajar un gol (la mejor defensa del grupo) y rentabiliza esta intimidación que rompió el Murcia (0-0) y sólo aventaja en tres puntos al irregular Decano. Un detalle que le sirve a los recreativistas como punto de efecto para el inicio de la remontada, que puede ganar frente a cualquiera para revertir la situación. La apuesta necesita un paso adelante con valoración positiva de equipo convencido de sus argumentos.