Sólo un Recreativo unido es la base para un equipo sólido y de gran resistencia. Es la premisa de su entrenador, entre conjugar la presión con la pasión, el juego de adaptación, según los terrenos y rivales, y la ejecución de resultados. Alberto Gallego diseñó un bloque de condimentos para resguardarlo de los ataques oponentes. La victoria práctica en Lebrija ajustándose a la realidad y persiguiendo un fin útil trajo consigo el primer desahogo sin contemplaciones del entrenador ilerdense, quizás a rebufo del sufrimiento y felicidad final en defensa del colectivo por lo que tiene que superar y también por lo que le espera.

Alberto Gallego saca a relucir su carácter y temperamento en momentos donde la libertad de expresión entra en valoraciones de juicio. El mundo del fútbol es complicado y su entorno está viciado. El Recreativo no es una excepción porque en esta Tercera RFEF tiene poco margen de error. Si la pasada Liga en menos de dos meses descendió dos categorías, ahora hay prisas por escalar si fuera posible tres de golpe. Y siempre se le va a pedir imperiosamente a lo que tiene derecho, además exhibiendo fútbol y arrollando a los rivales, de ahí el enojo del técnico por no darle justicia a un triunfo en la lucha directa desfavorable y con el aliento del oponente en el cogote.

Tampoco hay que tomarse este arrebato más allá del término del partido de Lebrija, dado que esta circunstancia será habitual esta temporada e incluso traerá alguna derrota cuando se juegue también de manera pragmática influenciado por situaciones ocasionales. Y es que el Recreativo no es un rival cualquiera y tratarán de someterlo por todos los medios, así en Conil le espera un equipo cerrado, junto al Decano los menos goleados, y renta ser menos realizador, Otra prueba de ejercicio de máxima concentración y Alberto Gallego como buen patrón pone en guardia a su equipo. No le gusta jugar sobre seguro.