El crecimiento del Puerto de Huelva es un hecho innegable. Es grato ver cómo una ciudad, tanto tiempo abandonada en esta esquinita de Andalucía, se abre al mar. Que lo hace abarcando cada una de las posibilidades que ofrecen sus muelles a un lado de la ría. También se hace agradable, a la vista del tejido industrial que ese mismo crecimiento genera y, por tanto, la creación de empleo en la zona, el importantísimo papel desempeñado por el Puerto como institución.

Los titulares de suceden con periodicidad semanal en estas mismas páginas. Cada buena nueva es motivo de celebración. La óptima gestión de un puerto redunda en mayor o menor medida en todos y cada uno de los habitantes del entorno que lo abriga. Es una ley del mar.

Sin olvidar la buena salud del tráfico granelero, la incorporación en el Corredor Atlántico, apuntalada por la apuesta de una plataforma intermodal, así como las nuevas escalas -con promesa de futuro- de la naviera producto de la fusión entre Baleària y Fred Olsen; el aterrizaje de Yilport en el Muelle Sur para hacer de la terminal de contenedores una verdadera terminal de contenedores (su visión para hacer de la concesión una oferta en la que diversificar el modelo de negocio con diferentes tráficos); todas estas excelentes noticias, son un bien generalizado que probablemente todavía no somos capaces de medir y de pesar.

Sí. Nuestro puerto crece. Cada día un poquito más. Insisto: los medios insisten. Pero somos nosotros, quienes trabajamos en todas y cada una de las empresas relacionadas con el ámbito portuario, los que -a ras de cantil, con el olor a sal de la estacha lanzada al noray-, estamos viviendo en primera persona todo ese futuro prometedor que ya es presente.

Se trata de lo que no se ocupan los medios; tal vez por desconocimiento, quizá porque hasta ahora no se ha dado una movilización que se antojaba más que necesaria y que también es ya una realidad. Se trata del entripado del puerto de Huelva, de lo que no se habla, lo que sí es motivo de preocupación en medio de toda esta fiesta portuaria. Sólo la fuerza de la máquina humana hace grande el funcionamiento de un puerto. Se trata de los trabajadores.

Son, sin duda, tiempos de cambio para el puerto de Huelva. Cambios de los que se beneficiarán (se están beneficiando) tanto empresas como instituciones. Tiempos en los que los propios trabajadores del ámbito portuario también han de cambiar, al mismo ritmo que lo hace nuestro puerto. El objetivo es crear una conciencia colectiva desde el punto de vista de estos mismos trabajadores: un proyecto en el que todos tenemos cabida (empresas estibadoras, consignatarias, prácticos, amarradores, policía portuaria…). Porque entre todos hacemos puerto, somos parte imprescindible de este crecimiento.

Es la meta que nos hemos propuesto desde Coordinadora de Trabajadores de los Puertos de Andalucía, CTPA. Y para ello ya hace un tiempito que ejercemos nuestros derechos sindicales con el objeto de erradicar, en principio, el miedo: las prácticas antisindicales -que serán (están siendo) debidamente vigiladas y perseguidas dentro de los marcos legales-, en algunas empresas del puerto de Huelva, parecen ser un mal endémico lo suficientemente extendido y permitido; con el objeto de amparar, con el apoyo y la información, a quienes comen precariedad con el pan de cada día: deficiencias en prevención, escaso o nulo reconocimiento por la inmensa labor realizada durante años y una ingente cantidad de irregularidades en las contrataciones. El crecimiento de nuestro puerto, para los trabajadores, para la ciudad que se asoma a la ría, es motivo de fiesta, una muy trabajada y merecida. Justo aquello que nos impulsa a dar, siguiendo -y a la par- el lema de nuestros compañeros estibadores, Ni Un Paso Atrás -a los que apoyamos en la inquebrantable defensa de unos derechos adquiridos, que no privilegios-; en nuestro caso, a dar Un Paso Adelante.

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