E NTRE los momentos inolvidables que nos ha dejado -y nos sigue dejando- esta etapa en el purgatorio hay uno que no puedo dejar de situar en el podio de la emoción. Sucedió hace casi 365 días en la presentación de la campaña Líberos del Decano, cuando comenzó el rescate del Recre, que había que quitárselo de las manos al manazas antes de que, con su inutilidad manifiesta, terminara de destrozarlo.

Tras haber sobrevivido al año más duro de la historia del club, aún con el tembleque en el cuerpo por una salvación deportiva lograda, apenas, dos semanas antes, y con la duda de lo que vendría tras la expropiación, ese día no faltó el capitán del Decano. Después de pronunciar su discurso llamando a las armas, Jesús Vázquez recibió una ovación espectacular, de esas que humedecen los ojos porque se dan más con el corazón que con las manos. Esos aplausos fueron un agradecimiento eterno por haber capitaneado esta nave, la nave de todos, en el momento más difícil que verán nuestros ojos; en su figura, que representaba un esfuerzo inhumano de jugadores y empleados, aquellos minutos de aplausos sirvieron también de conjura para los allí presentes, sabedores de que tenían que dejarse la piel los siguientes 28 días de junio.

Recuerdo cómo Jesús explicó ese día, con la voz algo quebrada, que "al haber nacido en un pueblo pequeñito y lejos de la capital nunca tuve un sentimiento recreativista transmitido por padres y abuelos como tenéis muchos de los que estáis hoy aquí pero, por todo lo vivido, tengo claro que el recreativismo se lo inculcaré a mis hijos con todas mis fuerzas". Cuando anunciaste tu adiós, Jesús, más que de tus partidazos en Primera, tu saber estar en Segunda o tu Capitanía (con mayúscula) en Segunda B, recordé ese momento. Creo que no me equivoco si digo que tus hijos estarán muy orgullosos de ti por cómo defendiste el escudo del Decano sobre el césped… y por cómo lo defiendes fuera de él, algo de lo que no todos los que se vistieron de albiazul pueden presumir. Por eso, mientras otros pasarán al olvido, tú tendrás siempre un hueco en nuestra historia.

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