Para este curso, digo. En realidad existían bastantes más y todas iguales de legítimas. Por mucha polémica y muchas vueltas que le demos cada semana seguiremos todos en el mismo bucle, andando el camino que más nos guste y enfilando el sendero que más nos alivie los dolores de cabeza perpetrados por los responsables de una temporada calamitosa que no se borrará así pasen tres milenios. Toma cada uno el atajo que cree más conveniente para espantar los demonios del pasado más reciente, imposibles de esconder.

La primera de las opciones, les decía, la más lógica, sencilla y quizás, la única merecida ante la indecencia recién vivida, consistía en estar avergonzado y mosca desde julio, mirar con desgana cada duelo, cada resultado, la clasificación todos los domingos y no parar de soltar, con razón, "esto es lo mínimo exigido", repitiendo esta frase, al menos, un par de años seguidos. Más complicada era la otra alternativa por la que, confieso, no apostaba demasiado a principios de verano: la de que aquí la mayoría, aun reclamando resultados desde Los Palacios (ya faltaría), se volcaría con los suyos como nunca en animación, desplazamientos, cariño y devoción. Qué culpa tendrán Chendo o Delgado, piensan estos, de los desmanes de Seth para no alegrarnos con los goles decisivos de los primeros; qué culpa Rubén de las pifias de Nauzet; qué culpa Gallego de los impresentables resultados con Claudio, Calle o Pouso (qué tranquilo se quedó el que le vio como salvador). Llevar al equipo a hombros hasta sacarlo de las tinieblas como fuera. Ésa era la otra opción. Yo pensaba que habría, de forma mayoritaria, una mezcla de las dos casillas anteriores, pero me volví a equivocar. Sí entendía que cada paso adelante logrado sabría a gloria por todo el dolor acumulado, pero no que se viviría con tanta pasión. La fidelidad y la alegría por los triunfos no hacen perder de vista -estaría bueno- la infamia vivida, ni rebajar una micra el nivel de exigencia o perder la perspectiva de dónde estamos. Y, por cierto, muchos más de dos mil recreativistas otra vez fuera de casa en el peor momento deportivo de la historia del Decano. Que lo vuelvan a anotar los que tanto se quejan y no entienden, porque no quieren, de qué va esto. Y ahora, Córdoba. Ojito, que como se junten los astros… eso puede ser también inolvidable.

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