Análisis

Vicente Quiroga

Periodista. Académico de número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

La mujer en el cine

Veía hace unos días una película que me interesaba revisar, devoto como soy de los films que tratan el mundo del cine, la propia actividad cinematográfica. Un buen ejemplo es Dos semanas en otras ciudad (1962), de Vincente Minelli, un director siempre sugestivo. En una de las secuencias el protagonista, encarnado por el ya centenario Kirk Douglas, propinaba a una histérica diva - protagonizada por la italiana Rosanna Schiaffino-, una patada en salva sea la parte. Era un gesto brutal, repulsivo, despreciablemente machista, se diría hoy. Me hizo pensar cuantas y cuantas películas no pasarían una censura feminista (o su inmediata condena) o tal vez sirvieran para meternos por los ojos el comportamiento de los hombres con las mujeres en otros tiempos. Ello me anima, con la cautela propia que imponen ciertos rígidos códigos feministas actuales que, a nada que te descuides, puede suponer que te pasen por las armas al amanecer, a recordar un artículo que me envió mi buen amigo y entrañable compañero en la información y en la opinión periodística, onubense afincado en Alemania, Ricardo Bada, publicado en Áncora-nación.com, de Costa Rica, donde Bertold Salas Murillo reflexiona sobre el asunto en lo que llama Mujeres bajo sospecha.

Estamos ante la mujer que protagoniza películas y sobre todo la manera en que ha sido tratada por ciertos directores, sobre todo por aquellos que no la han presentado de la mejor forma. Y no por un empeño personal ni por un posible antifeminismo sino por el tratamiento que ha merecido a directores admirados y muy reconocidos por sus indiscutibles valores cinematográficos, que han hecho de su obra páginas antológicas del llamado Séptimo Arte.

Fija Salas Murillo el inicio de su trabajo en el genial director español Luis Buñuel y sostiene que las mujeres en algunas de sus películas "son malas, incluso sin querer. Algunas son volubles y perversas, como las protagonistas de Susana, carne y demonio (1951) y Ese oscuro objeto del deseo (1977), cuyo comportamiento cambia con las horas, y así lo sufren los burgueses maduros y decadentes que las aman". Igualmente recuerda que en otras se da la paradoja de a la vez que buenas son fatales y cita como ejemplo de ello Viridiana (1961), una de sus más celebradas realizaciones, en la que la protagonista "hace caridades que nadie pide y por las que todos acaban peor". Y en ello incide cuando se refiere a la "frígida burguesa" que se prostituía, protagonizada por Catherine Deneuve en Belle de jour (1966). ¿Y qué decir entonces de la madre de Los olvidados (1950), capaz de yacer con el delincuente juvenil que había traicionado a su hijo? La madre no lo sabe, apunta el autor, pero sí el espectador que abomina de su actitud.

Pero esta misoginia, como recuerda Bertold Salas Murillo, no es sólo una característica única en Luis Buñuel, maestro del surrealismo cinematográfico, sino que lo extiende también a directores tan importantes como Alfred Hitchcock -tan habitual en estas citas-, en el que es fácil recordar cualquier película suya en la que la actitud femenina no es la más recomendable -¿cómo no citar Rebeca (1940), ganadora del Oscar a la mejor película de aquel año? -o a Woody Allen, con una dama en una de sus comedias "indecisa y algo caprichosa que rompe la paz masculina". Pero la presencia de la llamada femme fatale, si recurrimos al argot francés del género, no es privativa sólo de realizadores de tanto prestigio.

Porque es fácil recordar con el autor del artículo que esa inclinación misógina viene desde los viejos tiempos de Hugh Griffith, pongamos el caso de Lirios rotos (1919), como en las relaciones entre la enfermera y el soldado de Pearl Harbour (2001), de Michael Bay, las atrabiliarias películas de acción de Vin Diesel, las comedias de Adam Sandler o como recuerda Salas Murillo: "Las responsabilidades en el hogar o la crianza de los hijos, como la familia Easley en la saga Harry Potter".

Claro que a mi modo de ver siempre es oportuno considerar, especialmente desde la perspectiva del cine estadounidense, el de mayor influencia en el ámbito cinematográfico internacional, el papel de la mujer en el western, como se llama a las películas sobre el Oeste norteamericano, su conquista, sus vicisitudes históricas y sociológicas, donde la mujer, efectivamente, "permanecía en casa para cuidar a los niños y hacer el pan", mientras sus maridos, lo hombres en general, colonizaban nuevas tierras, se enfrentaban a los indios, combatían en la Guerra de Secesión o vivían aventuras diversas, ella también colaboraba en esa lucha lo que implicaba la fuerza del matriarcado de tantas consecuencias posteriores y en ocasiones adquiría la categoría de heroína como en Pasión de los fuertes (1946), de John Ford, cuyo título original era precisamente My darling Clementine.

Bertold Salas Murillo hace bien en recordar el papel que las mujeres juegan en el cine a través de la comedia romántica, de tanta incidencia, y el melodrama. Recordemos como la protagonista huye del matrimonio el mismo día de su boda y coquetea con las buenas intenciones masculinas en Novia fugitiva (1999), de Garry Marshall; las chicas ricas y caprichosas de Sucedió una noche (1934), de Frank Capra, o Historias de Filadelfia" (1941), de George Cukor, dos incunables del género, o la tantas veces recordada Cuando Harry conoció a Sally (1989), de Rob Reiner, llena de lugares comunes de este estilo. En fin seguiríamos porque el tema es apasionante y da para mucho. Creo que ha valido esta práctica transcripción de tan interesante artículo, que mucho me temo, de otra forma no les llegaría.

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