Análisis

Juan Manuel Garrido anes

2016: cuando un monstruo y un milagro vinieron a vernos

A bote pronto imagino que gran parte del recreativismo tendrá ganas de decirle a este 2016 algo así como "hasta nunca, ahí te quedes para siempre hundiéndote en la miseria". El prólogo de estos 12 meses fue ridículo, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta el ídem que esto comandaba y los pelotas que le secundaban. El antiguo okupa nos tuvo los primeros meses del año, una vez más, distraídos con sus cuentos de dimito pero no dimito, me compran pero no vendo, vendo pero no me compran… y así hasta el infinito, desangrándonos mientras. El epílogo es casi igual de triste en lo deportivo que lo fue al principio, con un equipo que cuando merece ganar no lo hace y cuando no lo merece, tampoco. Y el infierno del descenso -otro infierno peor al actual- de nuevo enseñándonos la puerta. Y lo de los empleados, y lo de Hacienda… y casi nada gordo arreglado, aunque haya visos de que el milagro un día llegará.

Pero si hay mil cosas que será mejor olvidar cuanto antes, otras desde luego fueron inolvidables. Lo que se vivió desde marzo hasta julio dentro y fuera... la cantidad de gente, organizada o no, que puso su granito de arena para ayudar, en la medida de sus posibilidades, a club, jugadores y empleados... o ver cómo el Ayuntamiento dio un paso admirable, logrando defender algo onubense a capa y espada y quitándole al mequetrefe el juguete que llevaba cinco años manoseando y destrozando. Tampoco olvidaremos cómo cierto personaje pasaba por el juzgado -y cómo huía en taxi, muy valiente-, en lo que puede ser la antesala de su eterno dolor de cabeza. Ojalá se cumpla eso de que jamás habrá paz para los malvados.

Pues sí, de este taquicárdico 2016 quedarán para el recuerdo decenas de emotivos momentos que casi le cuestan la salud a más de uno. Y está la cosa tan mala que todo, por narices, debería ir a mejor en 2017, junta del 10 de enero mediante. Al menos otra vez nos hemos podido felicitar la Navidad con nuestro equipo respirando, y eso se vislumbró una quimera gran parte del año. Ya firmaba yo poder escribir algo parecido justo dentro de 365 días. Y seguro que muchos de ustedes, también.

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