Lo mejor que puede hacer el Recreativo de Huelva con respecto a la temporada recién terminada es borrar toda huella de la misma. Pero sin olvidarse de lo que ha pasado. Repetir errores sería enterrar, al margen de muchos sueños, a las personas que en un momento de su vida dieron el paso al frente para sostener a la entidad bajo el prisma de otros. Se hace difícil decir lo que tiene que hacer el Recre cuando no se sabe a ciencia cierta a quién te tienes que dirigir, por aquello de la toma de decisiones. Se supone que a Juanma López, pero nos queda tan lejos ese nombre que le da a uno pudor mencionarlo. Son tantos los que hay entre Huelva y Madrid que nos faltan bocas para dirigirnos a todos. No hay o no se intuye una voz unísona que explique. Y así es complicado unificar el discurso y el criterio.

El caso es que la entidad, a pesar de ese paso con Hacienda y con dinero público, da la sensación de que está igual que hace años. Como si fuese el punto cero. Para colmo, el filial pierde la categoría, las instalaciones están desastrosas y el primer equipo, ¡ay el primer equipo!, se despidió entre la pena y el cabreo de la gente. Más de lo mismo en Jumilla para culminar una temporada horrorosa en modo y formas, sin fútbol y sin patrón, sin alma, sin nada que llevarnos a la retina.

Más que un análisis hay que hacer una reforma integral, hasta el punto de que sólo queden las sombras de los muros que sostuvieron esto. Dejar el solar, tirar líneas nuevas y poner la cocina y el dormitorio en otro lugar. Cambiar el sofá y el decorado. Todo tiene que ser nuevo. Con una sola línea, sin vestigios del pasado reciente. Y una sola voz, de puertas y ventanas abiertas. ¡Qué bonito sería! Pero tal cual las cosas, no se intuye eso. Y no se intuye eso como consecuencia de la lentitud con la que se está desarrollando todo. He dicho mil veces que los plazos políticos no acompasan a los del fútbol. Lo que sí está claro es que otro año más con todo patas arriba sería insoportable. Yo de la afición ya no me conformaría con cualquier cosa. Son los únicos, la masa social del Decano, los únicos que pueden poner las cosas en su sitio. Nadie más. Y a buen entendedor...

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