Análisis

Gumersindo Ruiz

La guerra puede ser larga, hay que perseverar

Va a hacer un año de que Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, dio en la Eurocámara ante la agresión a Ucrania un discurso memorable construido sobre cuatro pilares: uno, que el retorno de la tragedia de la guerra a Europa, lejos de asustarnos debería fortalecer el proyecto europeo; segundo, no se abandona la defensa de los derechos humanos y la libertad por dependencia del gas ruso; tercero, había que empezar de inmediato a anular la dependencia energética; cuarto, era preciso movilizar el Fondo Europeo para la Paz que aporta armas a la defensa de países amenazados. Y terminaba diciendo que si la pandemia nos impulsó a unirnos más, este momento dramático debería unirnos ante actos humanos que amenazan la vida, la seguridad y la prosperidad de todos.

No menos emotivas han sido sus palabras en el acto de concesión del Premio Nueva Economía Fórum. Recordó que la invasión de Ucrania de 2014 no tuvo respuesta conjunta, pero en esta ocasión hubo una carta única de la UE a Putin para evitar la guerra. Confesó que nadie quería creer que algo tan terrible e inconcebible iba a ocurrir; pero tras la agresión, Borrell argumentó que las sanciones no eran suficientes y, sin ser beligerantes, había que apoyar militarmente a Ucrania. Estima que se han invertido por Europa 50.000 millones entre material militar y ayudas, porque hacen falta generadores de electricidad, pero también armas para que no los destruyan. Dos ideas destacan de su discurso; una, que lo importante no es que acabe la guerra, sino en qué condiciones termina, y ve una única opción: disponer de fuerza para exigir a Rusia -un país poderoso- responsabilidades morales, penales y económicas de un conflicto que deja miles de muertos y cuatro millones de refugiados. La otra, es que tras el rechazo inicial, cada vez hay más países tibios en África y Latinoamérica, y recuerda que Europa también fue tibia al no apoyar en su momento a democracias que estaban en peligro. Putin sabe que las democracias flaquean y espera que surjan gobiernos populistas que inciten a acabar como sea con las distorsiones comerciales y en los precios, que afectan a la vida cotidiana, y por eso la guerra no está sólo en el campo de batalla -donde Borrell ha visto "filas de tanques reventados, en medio de miles de cadáveres envueltos en hules negros"-, sino en trabajar con las mentes en una pedagogía política de perseverancia.

Es una satisfacción seguir el acto -disponible en la página del Fórum-, con la intervención de Javier Solana y Nadia Calviño, quien apuntó que Josep Borrell es "un montañero que busca siempre nuevos horizontes, y como tal ha de poner con cuidado un pie detrás de otro, y vigilar el equilibrio". Un acto donde su esposa, Cristina Narbona, presidenta del PSOE, y numerosos amigos, nos recordaban con su presencia todo lo que estos políticos han logrado para España; el propio Borrell señaló que de su -abrumador- currículo lo que más le satisface fue, en el Ministerio de Hacienda, haber dado forma a un sistema fiscal progresivo, lo cual trae el eco de que ahora es el momento de arrimar el hombro, porque se están defendiendo los intereses de todos, cosa que algunos parecen ignorar.

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