El parqué
Rojo generalizado
En la más absoluta mediocridad deportiva: así se va 2025, exactamente tal y como llegó. Ese vergonzoso descenso al que nos arrastraron y que será imposible olvidar nos hace vivir hoy otro de los peores momentos futbolísticos de la historia del club más antiguo del país, un hecho del que ‘disfrutamos’ con otro equipo que es incapaz de dar dos alegrías seguidas, al que siempre le pasa algo (bajas, campo, árbitro, lluvia, mala suerte, ansiedad…) y cuyo golpazo contra la realidad se veía de lejos. Y eso, en el momento de mayor apoyo social que se tuvo jamás. Todo para enmarcar.
Salvo para aquellos que viven en los mundos de Yupi y para los que ningún fracaso importa el resto tiembla -temblamos- porque esto costó mucho salvarlo primero y reflotarlo después; aquí se venía para quedar líder y hoy se está a un mundo de eso. Vaya primera vuelta. Vaya falta de gol. Vaya fragilidad. Vaya, vaya, vaya, en general. Alguien lo soltaba en redes en voz alta y pocas veces una afirmación puede ser más sencilla y real: si en cuarta categoría hay equipos con apenas 200 aficionados que son mejores que otro con más de 13.300 abonados es que muchas cosas se han hecho rematadamente mal. Ni el efecto del nuevo entrenador ha provocado la efervescencia inmediata esperada; es que pocos clavos ardiendo hay para agarrar. Sólo uno: que aún hay tiempo para todo; en especial, para que los que fichan hagan una cosa: acertar. La situación en la tabla produce un sonrojo proporcional a la seguridad y el orgullo que uno tiene ante una grada que, como ya sabemos de sobra, con poco que le regalen se volverá a volcar.
Da rabia acabar así diciembre tras el duro reseteo (otro) del verano y porque, de corazón, uno valora el esfuerzo de los nuevos, sobre todo, por quitarnos de ahí a ese ser abyecto que jamás en Huelva debió aterrizar; se valora el cariño que le muestran al Decano y hasta ciertas ideas de futuro, aunque aún les queda por conocer y por dominar (dar lustre de verdad al aniversario, entre otras cosas). Sea como fuere pese a la desazón, y como no tenemos otra, ahí andaremos los de siempre (muchos miles, por fortuna, desde hace años) al lado del pionero y exigiendo volver, sin pausa, donde este pisoteado escudo y sus fieles merecen. Ojalá haya remontada y milagro; es el gran deseo para esta Navidad.
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