Todas las guerras dejan damnificados, muertos y heridos. Y en todas ellas hay buenos y malos, dependiendo del cristal con que se mire. El Pleno Extraordinario celebrado en el Ayuntamiento de Huelva, en referencia al Recreativo ha sido una guerra fría. Por una parte, los que estaban a favor de inyectar dinero. Por la otra, los que estaban en contra. Y así, conforme iban sucediéndose las manifestaciones de los portavoces de los grupos políticos, la gente aplaudía o abucheaba. Luego la primera lectura que deja la sesión plenaria es que hay división. Hasta ahí, todo normal, porque no se puede pretender que todos se muevan en el mismo pensamiento. El problema o la preocupación es que esa animadversión estuvo teledirigida. Los movimientos anteriores al pleno fueron realmente desafortunados. Porque al final todo se sabe.

La gran noticia es que el Recre seguirá en la vida. Y se espera ahora que todo el mundo cobre lo que le corresponde. Pero si esta decisión no viene acompañada de un plan de viabilidad auténtico no servirá para nada. Y recuerdo que el dinero es de todos los onubenses.

Los responsables políticos que han hecho posible este plan de rescate tienen más responsabilidad que nunca. Saben que sobra gente que no aporta nada. Agradecimiento máximo para los que han puesto la cara en momentos difíciles. Pero es la hora de profesionales que gestionen y que busquen recursos. Esto, a partir de ahora, no puede ser un coto privado para que algunos se luzcan en el palco. Y por Dios y por los santos del cielo, que nadie se cuelgue medallas que no le corresponden. Con la decisión en el pleno nadie gana. Sólo el Recre, salvado con dinero público.

Ha quedado claro que la gestión ha sido desastrosa. Para llegar al punto del jueves no hacía falta haber esperado tanto. Entre otras cosas porque de haberlo hecho antes, de haber tenido un plan, a los que han sufrido tanto les hubieran ahorrado ese sufrimiento.

De momento es dinero para pagar lo más imperioso. Pero si no hay plan, si no llega gente que gestione, en mayo estaremos igual o peor. Y, por cierto, cuando se divide, se gana. Pero son victorias efímeras. Así que, ganada la batalla, toca recomponer. Porque si no se recompone la división generada, algún día de estos, los que sonrieron el jueves, pueden ser apuñalados sin que se percaten de ello.

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