Análisis

José Ángel González

Mi final

Los recreativistas tenemos el corazón como una piedra de tanto sufrir

Otra más, y ya son muchas desde que jugamos aquella frente al Real Mallorca en Elche. Otra final más, de esas que el Recre sólo sabe jugar, y que son importantes de verdad porque detrás hay algo más que un resultado deportivo.

El domingo hay una final ante el San Fernando. Un rival de esos que suenan a las historias que nos cuentan los abuelos del Velódromo pero que será, como aquellos rivales, tremendamente complicado de batir. Una final de que la que, seguramente, hablaremos a nuestros nietos porque fue una historia inolvidable. Finales de poder a poder, en la agonía de saberse que el resultado puede dar aire o ahogar a una Historia que viste de azul y blanco. Finales como aquella ante el Numancia, ante el Valladolid, ante el Real Jaén, ante el Granada B o el Linares, de más reciente celebración.

Así de afortunados somos los recreativistas porque nuestro equipo nos regala finales in situ todos los años. Por eso mismo, tenemos el corazón como una piedra de tanto sufrir y la piel sensible de tanto emocionarnos. Otros aficionados de equipos alejados de Huelva se obsesionan por otras finales hasta el punto de frustrarse de no conseguirlas o se hunden en la autocomplacencia cuando se atribuyen alegrías ajenas que disfrutan a solas en el salón de su casa mientras dura la retransmisión deportiva.

Yo la final del domingo la sufro desde ya, la viviré intensamente con mis amigos, con mi familia, con mis hijos y mi padre, la viviré en cada voz de aliento, la sudaré en cada salto de emoción y en cada minuto de tensión. La final del domingo es mía y de otros muchos locos como yo que la viviremos para contarla. Como mis antepasados me contaron las suyas y por las que hoy y ahora estoy aquí. Y si dudas de que el domingo haya una final, date una vuelta por las taquillas del Colombino y verás. No te fallaremos.

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