Análisis

Narciso Rojas

El fin de las SAD, una victoria ganada por la afición

La semana pasada se aprobó en consejo de ministros el anteproyecto para la nueva Ley del Deporte. Después de meses de ponencias y participación de todas las partes interesadas, una de las modificaciones que llega es la eliminación de la obligación de estar constituido como SAD para competir en categoría profesional.

Las SAD han fracasado estrepitosamente. Una herramienta que llegó para evitar desmanes económicos por la vía de la acumulación de poder en accionistas mayoritarios se convirtió en todo lo contrario. La teoría era que un propietario único jamás dañaría su propia inversión (sic). Lo que esta ley no tuvo en cuenta fueron las peculiaridades del mundo que trató de regular, y las características del empresario medio que se iba a acercar a este negocio. Los clubes se convirtieron en las lavadoras de dinero perfectas. Las desapariciones de las SAD sólo resultaban una pesadilla para los aficionados, mientras que aquellos que se suponía que protegerían sus inversiones se largaban de rositas con sus cuentas engordadas y la burbuja del fútbol con más presión.

El caso del Recreativo de Huelva es el que más de cerca nos ha tocado, pero son muchos los fracasos. Desapariciones de históricos como el Mérida, el Málaga, el Burgos, el Logroñés, el Salamanca, el Ejido o el Compostela y una lista aún más larga, son el ejemplo de lo que estuvo a punto de ocurrir aquí.

Ahora ya no será obligatoria esta transformación, manteniéndose lo único interesante que llegó años después como parche al fracaso de las SAD; la ley deja a La Liga el establecimiento de los requisitos de solvencia para competir. Esto último era lo único que precisaban los clubes. Y no un cambio de propietario casi ilegal, en el que los anteriores dueños quedaban a merced del listo de turno.

El fútbol negocio ha dejado unos cuantos cadáveres y ha estado a punto de mandar al purgatorio a nuestro Decano. Asociaciones como el Trust se unieron para influir en esta nueva ley. Si se aprueba tal cual será un triunfo, pero solo un escalón. La planta de arriba queda aún lejos. Una batalla ganada.

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