Análisis

Tacho Rufino

El escorpión muere matando

Puigdemont, resucitado, y Aragonés acusan a España de ciberespionaje ante la caída a plomo de su causa, tan dañinaEl independentismo busca salvarse acusando a España de soviética ante la UE

En dos semanas, España se ha retratado en su parte más obscena, después de un par de años de zozobra nacional que nos hizo parecer decentes. Primera foto impresentable, la de los comisionistas que ponen sus sucias manos sobre la condición de empresario, sea en su versión de afectos de rondó al PP de Madrid, en buga gordo y peluco de a kilo, sea en su versión emprendedora -más bien embaucadora- de un presidente de la Federación Española de Fútbol, Rubi, que tiene el trile en el ceño, y la de un jugador conseguidor y soberbio -una cabeza privilegiada- que es tan indepe como depe del ganar palos -cada palo, un millón de euros- con el corretaje que hace caja con saudíes y cataríes: Visca Qatar, cullons, visca el triste de Xavi y el bonito de Guardiola. Si hace falta, intentando tirar de contacto con otro intermediario fatal, primo de jeques, el fallido Rey emérito: ay, Piqué, qué capacidad de poner una vela a la República Catalana nonata, y otra a la propia buchaca; buscando, sin éxito, de aliado en su ganancia al odiado Borbón. En esto, la diferencia entre Juan Carlos I y Piqué, dicho sea de paso, es que el primero hizo mucho bien histórico al país, y el segundo trota de forma cochinera en el campo mientras juega con naipes marcados de fenicias y deplorables maneras: trincando, que es gerundio. Ah, sí, todo es legal, o ya veremos, pero cabe traer a colación una frase de un amigo jurista y descreído: "Sobre los mangantes no tengo pruebas, pero no tengo dudas".

La segunda foto de este país en estos días la ha protagonizado en Govern catalán y su satélite olvidado, el Puigdemont de Waterloo, que salen de sus cuevas pandémicas como aquel escorpión que aguijonea a la rana a la que pide que le ayude a cruzar el río: "Cómo te voy a matar, ranita, si yo moriría ahogado si lo hiciera". "Aggg, ¿por qué me clavas tu aguijón, si con ello tú también te vas a ir al fondo del río conmigo, escorpión?". "Es que yo soy un escorpión". Después de dos años de desgracia nacional y mundial en los que el independentismo ha estado silente por una mera estrategia defensiva tras su golpe de Estado interruptus en sede parlamentaria, las supuestas escuchas de los teléfonos de su causa irredenta por parte de los servicios de inteligencia estatales (el CNI) con el programa de ciberespionaje israelí Pegasus dan alas a un independentismo que huye hacia adelante, mientras que la vocación de separatismo cae en picado: el apoyo a la independencia de Cataluña se ha desplomado a niveles por debajo del 40% de los ciudadanos de allí. Lo constata el llamado CEO, una institución demoscópica de la propia Generalitat. Deberían fichar a Tezanos para su afán propagandístico. Sólo es una idea para el mundo de churras y merinas de ERC y lo que fue CiU, que tan buena prensa tiene en la RTVE devaluada por un Podemos que representa -en este asunto- la conmovedora comprensión que la izquierda española, y antiespañola a la vez, siente por la patria catalana. Esa que se da el pisto de estar sometido por el totalitario Estado español (las comillas nos las ahorramos).

El escorpión lleva el aguijón de lo español -y odiado- en su propia naturaleza, tan victimista como victimaria. Victimario es quien causa víctimas. Queda por evaluar en este periodo histórico del país -España, y todos sus ciudadanos- el daño económico que el procés ha causado a todos, empezando por los catalanes y su potencia económica, y siguiendo por todos los demás, nosotros todos. Ahora, el Molt Honorable Pere Aragonés patalea con renovados bríos ante una Unión Europea por lo totalitario del Estado opresor. Lo cual es especialmente sucio dado el paralelismo que estos tipos finos, en su empeño, quieren hacer entre lo del Pegasus y la muerte y el horror en Ucrania. Vergonya.

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