Análisis

Joaquín Aurioles

La competición de los cínicos

Entre las elecciones de abril y el anuncio de las próximas en noviembre se ha podido conocer la más descarnada versión del cinismo que practican los partidos políticos. Los cínicos actúan con falsedad o desvergüenza, según la RAE, y alcanzan la cúspide en la hipocresía cuando, desprovistos de maquillaje, proclaman lo contrario de lo que hacen.

Asignemos a Partido Popular y Ciudadanos los dorsales 1 y 2 en la carrera por el título del campeón de los cínicos. Ya es mérito suficiente la exhortación insistente a Sánchez para el pacto de gobierno con el "socio preferente" y conseguir la estabilidad política que el país necesita. El primer ejercicio de cinismo ha sido la proclamación de su preferencia por esta opción, cuando es difícil imaginar otra más indeseable para ellos. ¿Por qué lo hacen? Ambos son conscientes de la oposición, tanto dentro como fuera del país, al populismo radical en las instituciones y quizá contemplen que el pacto entre PSOE y Unidas-Podemos puede radicalizar la imagen del primero y permitir recuperar una parte del espacio perdido entre los votantes de centro. También es posible que tengan la íntima convicción de que no les puede ir peor de lo que ya están, sobre todo si consiguen hacer recaer sobre Sánchez la responsabilidad del dislate negociador y presentarlo como el verdadero obstáculo a la estabilidad política.

Asignaremos al PSOE el dorsal 3 para la competición, quizá el favorito por el cinismo con que, según opinión bastante extendida, especialmente entre los otros partidos, ha llevado la negociación con Unidas-Podemos, torpedeando cualquier posibilidad de acuerdo. Esta actitud los lleva a conectar con una característica del cinismo clásico, la corriente filosófica escindida de los discípulos de Sócrates que propugnaba la autosuficiencia y la independencia económica y personal. No depender de nadie y, por tanto, rechazo a cualquier pretensión de pacto que limite la libertad del individuo. El cínico clásico es desvergonzado en sus denuncias, pero también honesto en la prevalencia de la ética sobre el utilitarismo, y aquí es donde el cinismo socialista se separa definitivamente del clásico. Los socialistas han interpretado con soberbia la parte del mensaje de las urnas que les proclama como el partido más votado, pero han ignorado con desfachatez la que les indica que los apoyos son insuficientes para gobernar en solitario o sin concesiones.

Diógenes, el miembro más excelso del cinismo clásico, defendía la pobreza material como el mejor camino hacia la libertad y la felicidad. Vivía como un mendigo, aunque no mendigaba, pero nos proporciona una útil referencia para asignar a Unidas-Podemos el dorsal 4 en la competición por su humillante insistencia en mendigar puestos en el Consejo de Ministros de un futuro gobierno de coalición. También conviene recordar que, en su defensa del retorno a una vida natural, los cínicos practicaban el rechazo a la civilización y sus convenciones, en una línea similar al revisionismo antisistema contemporáneo.

Lo peor para el ciudadano es que todavía queda mes y medio de competición y entre los contendientes no aparece la más mínima muestra de fatiga.

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