La normalidad en el Recreativo de Huelva no acaba de llegar. Los problemas económicos que sigue teniendo el Decano afectan de alguna manera a la institución. Esto va a ser así hoy y también mañana porque las soluciones del club onubense son a largo plazo. Su tranquilidad no puede llegar, como todos desearíamos, con la puesta encima de la mesa de muchos millones de euros o de decenas de victorias consecutivas. Hay que dejar las utopías a un lado y adaptarnos lo antes posible a la realidad.

El Recreativo necesita un plan a corto plazo que fije su objetivo primordial en la capacidad de adaptación. Necesita dar pequeños pasos al frente, cerrando heridas y abriendo puertas. Sólo planificando su futuro desde esta perspectiva es posible afrontar una competición llena de escollos. Un camino que afortunadamente puede realizar acompañado de una afición que se desvive por él y que nunca lo dejó solo.

La adaptación es una capacidad que se entrena y se adquiere a través de la práctica del propio vivir. Así es en la vida y en el deporte. El club que acaba levantando la cabeza en una categoría de extrema igualdad como es la Segunda División B es aquel que marca su propio camino, sin excusas. Ejemplos de éxitos deportivos en clubes en crisis institucional hay muchos. Y en Huelva es necesario dejar atrás los complejos que nos limitan sobre el terreno de juego.

El Recre tiene que adaptarse a su realidad, a los problemas que puedan presentarse en su trabajo diario o cada domingo, sobreponerse a las críticas, a la desconfianza, a aquello que le pueda frenar en su trayectoria.

El Decano se ha adaptado históricamente a su clima social desde que nació en diciembre de 1889. Ha sobrevivido a diferentes culturas, diferentes escenarios, diferentes gestores… y así deberá hacerlo de nuevo si quiere seguir viviendo.