Vaya por delante que Huelva y su provincia tienen en su corazón un pedazo del Decano, en algunas zonas con más intensidad y en otras queda patente que le guardan cariño y respeto en ese equilibrio que debe de existir cuando un club histórico de estas dimensiones se ha ganado la cortesía, la empatía y la confianza en la vida cotidiana. Cartaya siempre ha tenido por tradición un poso de simpatía recreativista.

El derbi provincial de hoy en el Luis Rodríguez Salvador es inédito en competición oficial. Nunca el Decano cayó tan abajo, que para su caché es hundirse con sensaciones de sofoco en los suburbios de este fútbol mal llamado amateur. La A. D. Cartaya tiene su techo aquí, pero ni en sus sueños más dorados sin poderlos resistir había pasado por delante un envite de tal magnitud.

Y así se abre el candado, que parecía hermético, del baúl de los recuerdos de las décadas años 50 y 60 del siglo pasado en otra Tercera ante Ayamonte, Bollullos, Olímpica Valverdeña y La Palma. La última referencia es el San Roque de Lepe tras la caída del Recreativo a Segunda B. Ahora, un derbi que lleva consigo un romance por contrato: la mitad de la plantilla cartayera tiene secuelas recreativistas y su buen técnico, Juan Palma, estuvo seis temporadas entre el filial y el juvenil B, además es abonado, dado que el Decano es el club que llevan todos en el corazón representando a Huelva. Un cita enriquecida de amistad y de conservar en la memoria. La situación es evidente, según los límites de ambos: 21 puntos de diferencia entre el líder invicto obligado al ascenso y otro que espera su mejor versión fajado por la permanencia. El fútbol es un juego donde todo está abierto. No hay rival asequible, sino prepararse paso a paso. También otro deseo: que prevalezcan la armonía, los buenos modales y el hermanamiento de las aficiones. Y una máxima: respeto, pasión y deportividad tanto dentro como fuera del campo.