Análisis

Juanma G. Anes

20 años, mil vidas y millones de motivos

Será difícil encontrar otro recinto que haya presenciado tantos contrastes en tan poco tiempo. Dos décadas son suficientes para recopilar innumerables emociones aquí y en Pekín, pero lo que se ha vivido a orillas del Odiel desde 2001 hasta hoy es lo que un equipo normal hubiera almacenado en mil años seguidos; el coliseo albiazul, sin embargo, lo ha registrado en ese periodo refrendando que el Recre es de todo menos un equipo normal, como tampoco lo es lo que le rodea… para lo malo y para lo bueno. El Nuevo Colombino ha soplado veinte velas acogiendo la competición más baja que nunca vieron sus moradores y en un estado más que mejorable. Desde arriba se está en ello aunque lentamente -el parné manda- y es que falta hace, desde luego. Uno desea volver a ver, en su interior, cómo resplandece esa fecha mágica que le da sentido a todo, ese nuevo marcador que al fin deje de sacarnos los colores, el azul inundando todo el estadio y hasta anhela que, algún día, desaparezcan esas cuatro esquinas por las que habría que llevar a los responsables de su diseño al Tribunal Internacional de La Haya. Eso, por dentro; por fuera, y con esa maravilla contigua que es el Paseo de la Ría, ya ni les cuento los sueños. Qué narices, para eso está esta platea como terapia: ojalá al nombre expuesto en la fachada le acompañe, bien grande, lo de Estadio del Decano del Fútbol Español; ojalá se presuma también del escudo original, del Onuba y del actual; ojalá acompañen los colores de los comercios ya presentes en una necesaria sintonía y no con otros alejadísimos de los nuestros; ojalá ver alusiones a fundadores, a gestas, a ídolos y mitos, a Líberos del Decano… y ojalá luzca bien alta una bandera blanca y azul tipo añeja gigantísima, como pasa en otros lares, que se pueda ver desde media área metropolitana como poco. Ahora que llega el 132º aniversario del nacimiento del viejo Recre que su casa, que es la de todos, aglutine orgullo en el césped (parece que el camino se está andando) y que eso también se vea reflejado interior y exteriormente, que hay que presumir y defender nuestra historia como se debe. Revolotean asuntos pendientes que no se pueden olvidar y que no son, precisamente, segundo plato. Hay muchos motivos para ello: un millón por cada año de vida del Decano… por lo menos.

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