Análisis

Gumersindo Ruiz

Quiénes son los agricultores y contra quién protestan

Una buena forma de aproximarse a la agricultura española es el Censo Agrario, donde vemos que hay 914.871 explotaciones, con una tendencia a disminuir. Por tamaño, el 9% de las explotaciones más grandes son el 50% de la superficie agraria útil (SAU), y la mayor concentración en superficie e ingresos se da en horticultura, aves y porcino, con una media de 600.000 euros, frente a pequeñas explotaciones de olivar, vitivinicultura y leñosos. Otra cuestión es la propiedad, pues el 37% de la SAU está en arrendamiento, que va en aumento en propiedades de mayor tamaño como cereales, bovino de carne, ovino y caprino. Sólo el 6.5% de las explotaciones son sociedades, pero ese 6,5% tiene el 23% de la superficie y el 40% de los ingresos del sector. Como ejemplo, en Andalucía el 5% del total de las explotaciones, que son sociedades, obtiene el 32% de los más de 11,2 miles de millones de ingresos. En cuanto a recursos humanos, la agricultura y ganadería contrata externamente el 19% del trabajo, y el 81% de la mano de obra son los propios agricultores y familiares, aunque por envejecimiento tiende a aumentar la contratación. El 41% de los jefes de las explotaciones, tiene más de 65 años, y los jóvenes suelen dirigir las más grandes y rentables, y también aumentan sustancialmente las mujeres que dirigen explotaciones, sobre todo en el norte de España. El cultivo de invernadero es sólo el 0,3% de la SAU, pero económicamente es el 10% del total; el 50% de la superficie está en Almería, aunque las explotaciones en Huelva son las que más ingresan, unos 500.000 euros de media.

Esta información permite ver que hay una gran disparidad de cultivos, ganadería, forma de propiedad, dimensión e ingresos de las explotaciones, por lo que los problemas son muy diferentes en cuanto a hacer frente a la competencia, dominio de mercado, y acceso a los fondos europeos. Explotaciones muy pequeñas, baja capacidad de contratación de empleo externo, dependencia de los propios agricultores que envejecen con un trabajo duro e ingrato, hace impotentes a muchos ante engorros administrativos, costes al alza, y poder de quiénes les compran.

La insatisfacción viene quizás de la propia forma en que está organizada la producción agraria y ganadera, que puede ser un negocio en propiedad o en arrendamiento, societario, individual cooperativo o no, en conflicto con otras empresas internas y externas en la cadena de producción, y con los consumidores finales; además, negocios prósperos como el de los invernaderos, subtropicales o frutos secos, se enfrentan a las veleidades del cambio climático. Pero la agricultura es también un objetivo de independencia nacional en un mundo incierto, y la preservación de una actividad ancestral y un patrimonio natural que la hace una actividad regulada y protegida. En este contexto, la ira del agricultor depende de la presión que sufre, piensa en qué alivios inmediatos hay, y busca contra quién dirigirla; en el camino, el oportunismo de algunos políticos intenta sacar partido de la desesperación, pero a poco que los examine, el agricultor sabio comprueba su superficialidad, y que aunque dicen estar de su parte, no conocen ni entienden bien la dimensión de su problema.

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