El año que ahora termina se puede calificar como el más dramático y determinante de los 127 cumplidos por el Real Club Recreativo de Huelva. Un inicio con toda su estructura destruida al aire libre y un final del mismo siendo visibles la cimentación dejando a la vista un panorama desolador y activado el pánico. El único alivio es la lucha extrema del recreativismo desencantado por un exceso de escarnio, que lleva sobre sus hombros el peso de una historia que se le escapa de sus manos. Una parálisis que sólo acumula deudas, incumplimientos y deslealtades. Hay un teclado y nadie pulsa la pieza adecuada para aligerar soluciones del día a día atenuando la zozobra. El grito unánime del recreativismo: "Huelva por un Recre digno y solvente".

Una entidad mediando un consejo de administración onubense en el escaparate de la acción y efecto de predisposición con los profesionales sin cobrar, la clase obrera más pobre, desesperada y deprimida hasta cubrir el último episodio de una huelga indefinida en el parón de la temporada, apesadumbrados y desilusionados con el "puedo prometer y prometo" después del golpe de expropiación. Paradoja del destino: la huelga que no fructificó con Comas se cumple con el Ayuntamiento.

Y es que siempre amanece bajo la amenaza ¿qué pasará hoy? El club con el primer ADN del fútbol español está sin identidad para salvar a un moribundo que lleva toda su existencia sufriendo ataques de salud. El presente cruel como SAD y el debate de cómo renovar al Recre para hacerlo más homogéneo. Por muy Decano y simpático que caiga, nadie apuesta si las cuentas no están claras y son viables. Tiempo de múltiples cambios y de auténticas soluciones. El consejo de administración temeroso, ahora observa, experimenta, pregunta y se revuelve inquieto cumpliendo el honor en primera fila como oyente del dueño. Pero, somos el Decano, somos el Recre como razón de ser.