El estado actual del Decano es clarividente: más historia que presente. Un doble descenso durante una temporada es una herencia maldita. Y si le sucede a un club con legado de 132 años en continua zozobra, pues le condena sin remedio a tomar iniciativas y compensar en la medida de lo posible su subsistencia buscando una señal precisa y eficaz. Es decir, una cuestión de asuntos internos. No queremos hablar, ni oír hablar de las calamidades. Esta pausa de silencio no borra el drama, pero es el paso a desterrar el mal fario.

Ni rastro de la "plantilla delictiva": sólo quedan las huellas del joven Ponce, un suplente de suplente, y un Víctor Barroso que se debate entre opositor a un puesto de segundón y con el alma en vilo por su futuro. Daniel Alejo ha llevado a efecto una revolución con su poder de decisión y convicción como director deportivo al ser elegido el verdugo ejecutor del castigo impuesto al pasado.

La nueva hoja de ruta deja a este Recreativo que no lo conoce ni la madre que lo parió. Y si se hubiera hecho una encuesta observando las secuelas de la hecatombe, seguro que la afición, bajo el trastorno del sufrimiento y asumida en la tristeza, también su grito de justicia hubiera sido de echar a todos sin contemplaciones. La sorpresa es que la mayoría de los decapitados han encontrado huecos en categorías superiores porque sus representantes no tienen precio... ni los clubes receptores memoria. Por eso, lo de besar los escudos es la moda hipócrita de un paripé.

Lo lógico es que haya que limpiar una zona de desastre. Tras 42 qños de profesión y revisar la hemeroteca, al menos la que está visible, no se recuerda una transformación de tal dimensión con 23 fichajes (cedido Marotias y salida del venezolano Juan Carlos Mora) para el récord absoluto de la historia del Decano. Y llega el tiempo del debe y los haberes para zanjar el "efecto pesimismo": revitalizar al Recreativo.