E S curioso ver estos días cómo se lanza ese manido mensaje de "debemos ir todos a una" con la idea, supongo, de tratar de convencer a aquellos antiguos abonados al Decano que siguen aún hoy indecisos. Convendría preguntarse si esas partes que proclaman tal lema reman todas en una misma dirección. No hay nada más convincente que tener credibilidad, y más en una entidad humilde como la recreativista, para lograr unidad. Hoy cuesta pensar que ésa exista. Y tampoco es baladí cuidar ciertos los detalles para lograrla.

Sobre los detalles se puede escribir un par de enciclopedias: por ejemplo, desde cuándo no hay un reconocimiento, de la manera que sea, hacia los abonados más antiguos (hoy la excusa es comprensible por la situación económica; antes, vaya usted a saber cuál era el pretexto), o cómo sigue sin recorrerse la provincia en verano para ofrecer cercanía a potenciales nuevos abonados de lejos de la capital. Ni una avioneta playera; de eso se aprovechan otros, claro, pero después nos quejamos de que unos tiran para allá y otros miran para allá. Y no hablamos ya de que en la tienda de la firma deportiva del club que está situada en el centro comercial más visitado de toda la provincia no se venda ni una mísera camiseta del Recre. Así, todo.

Aquí siempre se aguantó mucho, pero lo del curso pasado fue la bomba: recién llegados que daban lecciones a la afición, algo que, con todo lo pasado, no hizo más que tocar las narices al personal; ver cómo, partido tras partido, futbolistas abandonaban el campo con cara de haberse zampado tres limones en lugar de agradecer hasta la extenuación a la afición local o viajera (mucho más a ésta) su apoyo o, como remate, tragar con algún jugador crecidito que tenía su cabeza en otro equipo y no en Huelva mientras nos jugábamos la vida. Si yo fuera dueño de Coca Cola y viera que mis trabajadores retuitean más a Pepsi que a mi propia compañía me cabrearía bastante. Siempre me gustó eso de que "no sólo hay que serlo, sino parecerlo". El que viste el escudo albiazul debe ser y parecer más recreativista que William Alexander Mackay. Claro que para eso sería conveniente que nosotros mismos respetáramos al máximo cada uno de nuestros símbolos, pero ya habrá tiempo de abordar esa otra historia.

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