En Málaga, que será capital Europea del Deporte en 2020, ha surgido un problema de calado después de que tres ciudadanos presentaran una denuncia con respecto al ruido que ocasiona el bote del balón en actividades extradeportivas en algunos colegios, lo que ha determinado la suspensión de los entrenamientos y así cientos de clavales se quedan sin hacer deporte. Que se sepa, las actividades extraescolares se llevan a cabo en los centros educativos y no van más allá de las diez de la noche. Buena hora para acostarse.

Aún recuerdo cuando la anterior Corporación Municipal de Huelva se cargó de cuajo las escuelas deportivas, que obligaron a realizar deporte en todos los centros de la capital onubense. Aquello, a día de hoy, aún se está pagando. Porque rompió en mil pedazos años de formación. Y recuerdo que los niños entrenaban en pistas tercermundistas a las cuatro de la tarde con 40 grados de temperatura.

Ahora es Málaga pero que Dios nos coja confesados. Esto ya pasa de castaño oscuro. El que quiera tranquilidad total que se vaya a vivir al campo, dicho esto con todo el respeto del mundo. A las administraciones, tal cual el tema de los aparcamientos, situación que les ha pasado por encima, les está superando el asunto deportivo, que con la sanidad y la educación, es una de las patas más importantes de la sociedad. Luego, cuando alcanzan campeonatos, ganan torneos, medallas, se matan para poner pechos para colgarse las preseas. El ruido, decía. Algunas provincias andaluzas siguen a la cola de Europa en ejecución de proyectos para la construcción de instalaciones deportivas. Luego no queda otra que realizarlas en los colegios, que generalmente se encuentran situados en el centro neurálgico de las poblaciones.

Nos hemos vuelto tan sensibles que carecemos de sensibilidad a veces. El deporte es salud y formación. Convivencia. Es hacer que un pueblo respire de otra manera. Sentido común, por lo que más quieran. Y uno de los problemas es que en muchas ocasiones el concejal de Deportes de turno no ha hecho deporte en su vida. ¿A dónde queremos llegar? Que tenemos más tonterías que un mueble bar.

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