El Nuevo Colombino se inauguró un ocho de noviembre de 2001 entre el Recreativo y el Newcastle inglés como la tercera casa de la historia de un Decano que sentaba las bases de una instalación moderna. La afición se enterneció con dos ascensos a Primera (2002 y 2006) y disfrutó de cuatro temporadas (tres seguidas) en la máxima clase, gozó con el título único de Segunda División (tercer pase a la élite en 2006) y también vibró con el subcampeonato de la Copa del Rey en Elche (2003) ya descendido a Segunda.

Lo que nunca imaginaría aquel ilusionado aficionado sin nombre esa noche de estreno es que 19 años y 10 meses después, en el mismo escenario idílico, sufrir un retroceso a los primeros pasos futbolísticos, nada menos que a la quinta categoría, una regional preferente de hace unas décadas. Quizá ese fiel aficionado no dará crédito hoy restregándose los ojos en el estreno de una Tercera RFEF de penalización y de desgracias acumuladas, tras seis campañas consecutivas en el purgatorio del segundo ciclo en el pozo de la Segunda B.

Esta afición no tiene precio, quisiera ver la reacción de cualquiera de las que presumen entre las mejores -claro llena de títulos, o bien, estabilizada en Primera- si su equipo del alma cae al primitivo subterráneo del fútbol. Aquí hay que sacar pecho por su compromiso de lealtad: una afición de Primera sin límites que asombra al mundo deportivo por su respuesta apasionada en la defensa de la partida de nacimiento del fútbol español siendo equipo hundido y con la urgencia de sacar la cabeza para respirar. Ya lo escribí hace varias semanas: defender a esta afición es defender un bien de interés social. Hoy el equipo tiene que sentir el Nuevo Colombino como un campo inexpugnable, que no le pese al jugador la responsabilidad porque hay detrás un seguro de vida y que sean los rivales los que sientan el miedo escénico desde que entra su autobús al parking.