Un proyecto renovado que emana optimismo desde el interior de vestuarios y que imprime más revoluciones al recreativismo como ha quedado patente el desarrollo vertiginoso de la campaña de abonados Te llevo en el alma. Y todo antes de que ruede el balón, que el equipo se vista para ser contemplado por la afición y muestre su palmito por las pasarelas oficiales tras las pruebas de medidas dentro de las tiendas y talleres de la pretemporada. No hay ningún entrenador que esté contento con lo que tiene, siempre le falta rematar su traje ideal. Y luego las excusas de cada verano: "Nos hubiera venido bien una semana más de trabajo", "los jugadores llegan cargados y cansados", "estamos a la espera de cuajar dos o tres refuerzos más"... claro por si no hay un buen arranque.

Monteagudo quiere que su Recre presente en sus cartas credenciales una onda distinta a la pasada temporada, pero tiene que ratificar la fase regular práctica de Salmerón y que la pizarra ofensiva sea real a la hora de la verdad. El técnico se rodea de su guardia pretoriana que le asegure por conocimientos la continuidad de sus prestaciones básicas de vigilancia y defensa recordando su experiencia y rendimiento de Cartagena: Óscar Ramírez, Quique Rivero, Sergio Jiménez y Rubén Cruz. A partir de esta base un conjunto de soldados a la espera de las gangas finales del mercado que le proporcionen vivacidad y el lustre del punta que rompa moldes ¿también existe en Segunda B?

Monteagudo trata de consumar en la lotería del cierre la reconstrucción total de su plantilla para evitar el coste de la apertura del escaparate. Dos jugadores competitivos por puesto para disponer de más alternativas en los partidos. Un rival de su calibre como el remozado y ambicioso San Fernando para calibrar esa manifestación de signos externos de la familia recreativista de juzgar lo que está por llegar con súbitas emociones de entusiasmo.