Las manos de los jóvenes jugadores de la cantera del Tartessos son cada día más rápidas. El balón pasa de unas a otras a velocidades vertiginosas en los entrenamientos; los partidos los sacan adelante acto por acto, como si de una obra de teatro se tratase; el rugby se encuentra a gusto entre este grupo de adolescentes que da todo de sí en cada balón que les llega.

El invierno es duro. Cuesta entrenar, aunque con esas edades y un entrenador que transmite serenidad y compromiso es más llevadero.

El invierno es duro también para los padres y madres que los llevan a entrenar y a jugar. Algunos hasta pintan el campo antes de los partidos. Pero el invierno es la estación de rugby, y aquí en Huelva, en estas fechas, este deporte ha echado raíces.

Los más jóvenes se divierten y divierten a los demás con su juego rápido. Los equipos senior ganan, y las gradas cada fin de semana tienen más público.

Lo que viene no es esperanzador, es ya una realidad. El Tartessos senior está haciendo una temporada notable, casi sobresaliente; el Unión ha aterrizado bien en la competición y mejora cada semana -la pasada semana vencieron al CAR sevillano en casa-; y la cantera, a pesar de seguir entrenando en precario, crece en cantidad y calidad.

Varios chicos nuevos han entrado en la escuela de rugby este año, y enseguida se han amoldado al grupo (es fácil), a las reglas del juego y a los valores que rodean a este deporte.

Yo no lo dudaría. Cuando pase el invierno, el Tartessos comenzará con la fase de captación de nuevos jugadores. Acercarse a un entrenamiento es gratis, es rápido y sencillo.

¿Quién sabe? Quizás el rugby, cuando vea a su hijo con el oval en las manos, decida quedárselo y convertirlo en un Lince. Entonces no habrá vuelta atrás, y después del verano llegará el otoño, y más tarde el invierno, y las manos rápidas de él junto con las de otros nos hagan divertirnos a todos. Ojalá que sea entrenando en el estadio Iberoamericano.