Análisis

Joaquín I. Martín Ruiz

Director general de Emerita Resources

Independencia económica, esa es la cuestión

Promover la paz, sus valores y el bienestar de los ciudadanos; ofrecer libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores; favorecer un desarrollo sostenible basado en un crecimiento económico equilibrado y una economía de mercado altamente competitiva con pleno empleo…

Estos son los principales objetivos que recoge la Unión Europea dentro de sus fronteras, según el artículo 3 del Tratado de Lisboa. Sin embargo, estos objetivos pueden verse comprometidos por nuestra dependencia en materias primas (hidrocarburos, minerales, metales bases, madera, grano, etc.). Como sabemos, nuestros proveedores de estas materias primas son principalmente países del Golfo Pérsico, Rusia, África y, en menor medida, EEUU y Canadá. Asimismo, la UE también importa más manufacturas de las que exporta, siendo nuestro principal proveedor China y el sudeste asiático.

Durante la pandemia hemos podido comprobar cómo artículos manufacturados tan simples como las gomillas de las mascarillas se fabrican en su mayor parte en China. Y vemos cómo los componentes de los microchips, esenciales para los electrodomésticos y vehículos, también se fabrican en el sudeste asiático.

Además, todos los pronósticos prevén un aumento de la demanda de metales base, conductores y semiconductores y otros minerales críticos, debido a la combinación de las transiciones ecológica y digital. De hecho se prevé que en los próximos diez años la UE multiplique por más de cinco la demanda de cobre, zinc, litio cobalto, níquel y otros metales esenciales, si queremos cumplir con los objetivos de la transición ecológica.

En estos días, con la terrible e injusta invasión de Rusia a Ucrania, somos más conscientes de que gran parte del gas que consume la UE procede de allí, así como una parte considerable del petróleo y otras materias primas estratégicas como los metales base y otros minerales. Pero, ¿qué tienen en común una buena parte de nuestros proveedores de materias primas y productos manufacturados? Pues, básicamente, que no comparten muchos de nuestros principios y valores.

La historia nos ha enseñado que, normalmente, dos grupos humanos (tribus, civilizaciones, imperios, etc.) que interaccionan entre sí, pero que no tienen los mismos acuerdos de convivencia, e incluso son divergentes, tarde o temprano entrarán en conflicto.

En este sentido, la UE debe hacer una reflexión profunda sobre cuáles deben ser los cimientos sobre los que asentar nuestra verdadera razón de ser. Muchos estamos convencidos de que, sin independencia económica o, mejor dicho, sin libertad económica, simplemente será imposible cumplir el resto de nuestras metas.

Los objetivos de la UE están en serio peligro por nuestra dependencia económica de terceros estados que no comparten todo lo recogido en el artículo 3 del Tratado de Lisboa.

Los ciudadanos debemos pedir a nuestros líderes y representantes que promuevan normas que garanticen una mayor autonomía económica, que minoren la dependencia energética y de materias primas (minerales, metales base, etc.) estableciendo un marco jurídico que potencie la minería sostenible e incentive la reindustrialización.

Y para que ese marco normativo sea eficaz es crucial que antes de establecer prioridades y líneas rojas se tenga en cuenta este principio vital. Nos jugamos nuestra propia supervivencia y poder legar a nuestros hijos y nietos estos valores que nos distinguen y de los que nos sentimos orgullosos los europeos.

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