Incertidumbre

Las hermandades saben, de forma callada, leer los tiempos que les toca vivir

Apesar de que estemos intentando vivir la cuaresma con normalidad, en el fondo, hemos de reconocer que todos estamos un poco decepcionados con las circunstancias actuales. Todos teníamos la esperanza de que, tras el nefasto 2020, este año sería el del regreso a la normalidad de siempre. Y si el año comenzó repitiéndose hasta la saciedad la palabra esperanza, lo cierto y verdad es que el sentimiento que nos embarga, en estos momentos, es el de la incertidumbre. Incertidumbre por saber cómo será la Semana Santa de este año, pues a pesar de que se estén proponiendo muchas iniciativas, no se tiene claro nada. Es curioso, pero, a la par de las nuevas vivencias que estamos atesorando, estamos también, acumulando olvidos; olvidos de los aromas, de los sonidos, del contacto con la gente, de sentir la calle en Semana Santa… Olvidos a los que no nos acostumbramos.

Todo está cambiando, hasta el punto que no le tenemos el más mínimo temor al mal tiempo, y si hace unos años una de las grandes incertidumbres que teníamos los cofrades era el tiempo, y nos esforzábamos en buscar partes meteorológicos en las páginas web más recónditas e incluso se recurría al saber popular encerrado en las cabañuelas, ahora esa preocupación ha pasado a otro plano de interés y la gran incertidumbre es conocer el índice de incidencia de la pandemia para saber en qué grado de restricciones de movilidad nos encontramos. Todo parece cogido con imperdibles y a la vez todo es firme y sólido. Nadie sabe cuándo ni cómo va a acabar esta pesadilla. Las hermandades, a pesar del ingente esfuerzo que están haciendo por darle un carácter normal a la actual situación, son sabedoras de los muchos problemas con los que se pueden encontrar. Hermandades, que viven con la incertidumbre, de saber cómo será el futuro más inmediato y cómo les afectará la actual situación.

La madurez cofrade, a la que tantas veces se ha aludido en situaciones donde lo que primaba era el sentido común, está más que demostrada. Ya nadie, ni los más críticos, pueden decir que las hermandades sólo existen para sacar pasos a las calles. La madurez cofrade es la que ha suscitado en el seno de las hermandades esa incertidumbre y seria preocupación, no sólo por sus hermanos, sino por toda la sociedad. Las hermandades han estado y están a la altura de las circunstancias actuales.

Quizás, una gran incertidumbre para muchos era saber cómo afrontarían las hermandades el no poder procesionar, o el tener que suspender algunos de sus actos más señeros. Las hermandades están siendo ejemplares, dignas de todos los elogios y durante el año se han hecho más visibles si cabe. Las hermandades ante tantas incertidumbres nuevas y ante circunstancias adversas, se reinventan y se adaptan de forma camaleónica a las nuevas realidades, aunque nunca, sin dejar de preocuparse por lo que ha de venir y los nuevos retos que habrá que afrontar.

Los tiempos que vivimos son nuevos y a pesar de los temores, las hermandades saben, de forma callada, leer los tiempos que les tocan vivir y por ello, siguen trabajando sin desánimo, con ilusión y mirando al futuro con esperanza.

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