Lo de que la lluvia en Sevilla es una maravilla está muy bien siempre que el líquido elemento caiga de forma tranquila y sin un huracán por medio, porque algunas escenas vividas el pasado sábado en el Jesús Navas parecían el nudo de la película El día de mañana; sólo faltaba Dennis Quaid dando un paseíto por la grada buscando a su hijo y repartiendo chubasqueros. Sea como fuere, el empaque mostrado por el Decano en un partido bastante completo pese al complicado entorno meteorológico, que se torció más de lo normal por el infortunio del autogol, al que firma le da bastante serenidad por comprobar que sigue sin haber excusas de cara al único objetivo posible. Estaba cristalino que este año nadie se podía refugiar en el viento, en el agua, en el árbitro, en la presión atmosférica o ambiental, en el calor o en el frío que vendrá: hay que llegar a la meta aunque sea sólo con las llantas.

Eso no quiere decir que no se pueda patinar (se volverá a pinchar, seguro), sino que el camino parece estar ya más que marcado. Se da la circunstancia de que este próximo fin de semana, si los nuestros hacen su trabajo, el Recre podría dar un primer estironcillo (remarco el sufijo) en esta larga carrera de fondo: cualquier resultado en los duelos Utrera-Gerena y Ciudad de Lucena-Xerez sería bueno con una nueva victoria albiazul en el Colombino. Y ojo con el Córdoba B, que sigue dando pasos al frente y que recibe a otro rival guerrero. Pero éstas son las siempre traicioneras cuentas de la lechera y aquí estamos curados de espanto por la de 'leches' que nos dimos el pasado curso, que aún perduran y duelen. Vaya si duelen.

Se dice del Tour que nunca se gana en su primera semana pero que se pierde sí o sí (como diría aquel) si se falla lo más mínimo en los primeros días. Los de Gallego controlan el pelotón desde su cabeza, a lo Indurain, vigilando con velocidad de crucero -como debe ser- y nadie del equipo ni del club se sale del guion -como parece lógico-. Y la mayoría de la grada también sigue esa onda a pesar de que, al mismo tiempo, disfruta todo lo que puede en el camino. Porque la gente anima y se alegra de los goles y de las victorias (a veces con mucho jolgorio y otros veces, con menos), sin pedir permiso. Menuda osadía.

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