Lo entendió bien. Supo que el hablar se tomaba a veces por ruido, por relleno de vacíos, por pretexto para cubrir el rato, para matar el tiempo: lo único que tenemos, el tiempo. Lo entendió bien para hacer que una sola palabra suya se convirtiera en escalón por el que otras voces trepaban. Pero el silencio fue su universo. Lo usaba para pausar, para crear carne adentro la forma que daría al diálogo, lo que le sugirió no sabía quién ni cuándo un día cualquiera para cuadrar el círculo o para dar cabida a una idea que se retrasaba en venir, en nacer, en ser expresión pura.

Se le han dicho en 82 años todas las cosas posibles. Su respuesta hay que buscarla en el silencio. Hablo de mi amigo, enterrado ayer. Se llamaba Jesús Quintero.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios