Análisis

Sixto Romero Sánchez

Calidad de la democracia ante la pandemia (II)

Desde hace meses, los miembros de la Academia Iberoamericana vienen colaborando puntualmente en la sección Tiempo de Academia aportando opiniones sobre la presencia actual y futura de corona virus en el marco de sus competencias. Espero y deseo, como presidente de la corporación que me digno en presidir, que de aquí salga un interesante crisol de opiniones que pudiera servir de testimonio vivo de todas las Académicas y Académicos que quedaría en los archivos de nuestra querida corporación. No soy economista, ni tampoco sociólogo, como profesor universitario, pero sobre todo como ciudadano, inquieto por la situación actual provocada por la injerencia en nuestras vidas del Covid-19, comencé la pasada semana con una primera entrega a abordar el tema que se cita ut-supra.

A modo de introducción: a nadie se le escapa que hay que dar respuesta a lo que todos tememos, ¿con qué virulencia llegará la nueva crisis económica por culpa del coronavirus? Cada vez tenemos más claro que será imposible escapar de ¿una recesión? con la “ruina” que nos ha sobrevenido. Esta situación, denominada por algunos como el Crack del 2020, es palpable con el brutal parón de la actividad social, cultural y económica que ha provocado la cuarentena social, con centros educativos y universidades cerradas, fábricas paradas, tiendas y restaurantes cerrados, ..., en definitiva, la calle vacía.

Han aparecido y siguen apareciendo interrogantes a los que se debe dar solución (entre todos): ¿Hasta cuánto durará la crisis? ¿Cómo de profunda será? ¿Estamos saliendo de ella? ¿Cuál sería el mejor escenario, y el peor? ¿En qué/quien/quiénes hay que fijarse para tratar de imaginar dónde se parará la caída de todo el sistema financiero? ¿El mundo se enfrenta a otra gran crisis económica como la del 2008?...

Si todo va depender de cómo gestionen el impacto económico del Covid-19 las autoridades monetarias y gubernamentales, me planteo dirigir mi atención hacia la calidad de la democracia de los países implicados.

Al intentar profundizar en el tema elegido recurrí a opiniones de expertos, como es el caso de Juan Ignacio Crespo Carrillo, matemático español, financiero y analista económico que predijo la recesión que sufrimos hace 12 años: “Todo va a depender de que quiebre una gran corporación y arrastre a una entidad financiera occidental. En ese caso se desatará el pánico y repetiríamos los sucesos que se produjeron como consecuencia de la comercialización de activos tóxicos al inicio del siglo…”(sic).

También es de destacar su opinión cuando afirma: “…entonces fue China quien nos salvó al inyectar al sistema financiero ingentes cantidades de dinero, ahora hará lo mismo y no dejará quebrar a ninguno de sus grandes bancos. Los bancos centrales previsiblemente harán lo propio para evitar la crisis financiera y todo quedaría en un frenazo de la economía y del comercio mundial…) (sic).

Coincido con el prof. Crespo en que presuntamente algo hemos aprendido de la gran recesión y es de esperar que no se cometan los mismos errores. De lo que no hay duda es que el impacto económico del coronavirus lo vamos a sentir todos. Una vez “superada la fase crítica de la pandemia” y entrados en la nueva normalidad, en los diferentes países, el impacto puede ser más o menos intenso dependiendo de las medidas que tomen los gobiernos. En el caso de España uno de los principales problemas es el turismo (La opinión del sector turístico es que será muy difícil que se puedan repetir las cifras de ingresos y de llegadas registradas en anteriores temporadas. Es evidente que tendrá una importante repercusión en el crecimiento y en el empleo).

Otros sectores amenazados: el del automóvil, el textil, la electrónica, el manufacturero con una localización muy precisa y localizada de las grandes empresas españolas con su producción en la región de China,…

Es evidente que el ciudadano de a pie se pregunta: ¿el haber convertido China en la “fábrica del mundo” no supone haber creado una enorme dependencia del gigante asiático?, ¿es una consecuencia deseada y prevista en la globalización?

En definitiva, bajo las diferentes visiones de cómo atajar el problema, sinceramente creo que la calidad de una democracia se mide por el estado de bienestar de sus ciudadanos. Si esto es así, podríamos afirmar que ¿las consecuencias de corona virus es una prueba de verdad para el estado del bienestar de la humanidad? Y a ello me referiré, en adelante en las siguientes entregas.

Ante la grave crisis económica mundial, ¿pueden las democracias sociales, en particular las europeas, con sus redes de seguridad social relativamente desarrolladas, absorber el impacto? Es de reseñar que, en el siglo XXI, la era dorada del estado de bienestar, encarnado por figuras tan veneradas como Olof Palme o Willy Brandt, parece haber terminado. No cabe la menor duda que con la desindustrialización y la globalización, el modelo político que resulta de un compromiso entre el capitalismo y el socialismo ha mantenido un importante nivel de protección social.

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