Análisis

Francisco núñez

¿Avanzamos?

Pese a la energía producida in situ, ninguna compensación recibe el Andévalo

La idea y el sueño del progreso están presentes en nuestra cultura desde la Ilustración. Colectiva e individualmente podemos progresar en todos los aspectos, aunque generalmente reducimos el significado a una mejora material en nuestras condiciones de vida. Cuando tal cosa sucede decimos y celebramos que ha llegado el progreso. Pero no es oro todo lo que reluce.

En marzo de 2011 los presidentes de la Junta y de Iberdrola inauguraron el complejo eólico del Andévalo, la mayor instalación de energía renovable de Europa continental, capaz de cubrir el consumo de 140.000 hogares. El 1 de octubre de 2020, tuvo lugar en La Puebla de Guzmán el estreno de una planta fotovoltaica de Iberdrola, que proporcionará energía a las factorías de la multinacional cervecera Heineken. El reportaje de los dos acontecimientos, leído en Huelva Información, era lo suficientemente amplio como para comprender la magnitud y la trascendencia de los mismos: el progreso de las renovables había llegado al Andévalo.

Entre los dos actos han transcurrido diez años pero parece que nada hubiese cambiado, excepto el nombre de quien preside la Junta de Andalucía y el modus operandi para obtener la energía renovable, cuya propiedad pertenece a la misma empresa presidida por la misma persona. Los clónicos discursos del empresario y los políticos repiten un mantra común: el Andévalo ha sido agraciado con dos recursos naturales (viento y sol) que favorecen "un nuevo impulso en la estrategia energética que queremos consolidar en Andalucía", un modelo energético "más autóctono, eficiente y seguro. Menos dependiente y más sostenible".

¿En qué consiste la estrategia? ¿En facilitar, una vez más, la colonización de Andalucía? ¿A qué "modelo energético autóctono" se referían los políticos? Porque la eólica y la fotovoltaica ni son autóctonas, ni aportan kilowatio alguno al Andévalo. Y para irritación de los pueblos que lo componen, Red Eléctrica Española avala esas grandes instalaciones mientras mantiene obsoletas las redes de suministro de energía a los vecinos. ¿Quién gana, entonces? ¿Quién progresa? Ganan la multinacional energética y la cervecera; y como una migaja propia de la mesa de epulón, el propietario del suelo donde se asienta la planta. Pese a la energía producida in situ y a bajo coste, ninguna compensación reciben los pueblos del Andévalo a cambio de sus recursos naturales, tan pomposamente elogiados en los discursos. Así lo entendió una amiga cuando le envié la noticia del periódico. Su respuesta, al estilo de los sabios hombres de campo, escépticos y recelosos, era tan lacónica como inteligente e irónica: "¿Avanzamos?"

Avanza Iberdrola, que nos invita a sumarnos al capitalismo verde. En cuanto al Andévalo, cuya renta per cápita no ha crecido un ápice, sufre, de nuevo, una manifiesta forma de colonización, de cuya culpa no se libran sus habitantes, acomodados a vivir sin aportar nada que exija un riesgo. Parafraseando a J.F. Kennedy, convendría que no se preguntasen qué puede hacer el Andévalo por ellos, sino qué pueden hacer ellos por su tierra. Porque las grandes inversiones productivas han procedido de fuera.

A este respecto, hemos sufrido tres procesos colonizadores con resultados desiguales: las compañías mineras extranjeras explotaron desde el siglo XIX sus recursos para acelerar la revolución industrial europea (y ahora la china). Su impacto medioambiental y la transformación de los valores rurales frente a los industriales están a la vista. Pero crearon trabajo y elevaron la renta familiar. Después llegaron los eucaliptales que modificaron radicalmente el paisaje y la calidad de los suelos; y no por culpa del abandono campesino de los años 60, como piensan algunos, sino a causa de la política económica de entonces que perseguía una industrialización nacional. Y gracias a ella, aunque moderadamente, se generó riqueza.

Por último, de la mano de la industria agroalimentaria levantina han llegado al Andévalo, las plantaciones intensivas de cítricos y olivares, que han añadido una novedad al paisaje. Una nueva industria foránea que a la larga será perjudicial por la excesiva fertilización química del suelo, por la enorme cantidad de agua extraída del subsuelo y por el uso abusivo de pesticidas y plaguicidas que dañan el ecosistema ¿A esto se refería uno de los presidentes cuando en su discurso enfatizaba sobre nuestro potencial natural "para transformarlo en una oportunidad de negocio y de desarrollo"? El negocio de quién, el desarrollo de qué.

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