Recuerdan -seguro que sí- ese inolvidable tramo de liga del curso pasado en el que cuando el Decano jugaba extraordinariamente bien, ganaba; cuando sólo jugaba bien, ganaba; cuando jugaba regular, ganaba; cuando jugaba mal, también ganaba; y cuando jugaba horrorosamente mal, empataba… o ganaba? Pues ahora denle la vuelta al casete para oír la cara B: llevamos un tiempo en el que el Recre ya puede imitar al Brasil del 70 o aburrir como la España de Clemente que si disputara un partido contra él mismo lo más que lograría sería firmar tablas y dando las gracias. Las rachitas, las rachitas…

En Villarrubia dio la cara la maldita Ley de Murphy para ratificar eso de que cuando algo puede ir mal es que va a ir a peor. Cierto que hubo imponderables: un penalti que no lo señala ni el peor árbitro alevín, un larguero aquí, un palo allá, otro gol anulado por un dudoso fuera de juego, un fallo de quien, hasta ahora, era de los más regulares del equipo… Sí, todo eso lo sabemos, como somos conscientes de que el partido de los de Monteagudo fue bastante decente la mayor parte del tiempo e hicieron méritos para vencer, pero hoy miramos la tabla y el líder está demasiado lejos, el cuarto se encuentra al final de una autopista y el primero del precipicio nos saluda estando mucho más cerca de lo esperado y de lo deseado. Por cierto, como decíamos el año pasado cuando, por estas fechas, todo estaba en contra: que el rival necesite muy poco para marcarte o para ganarte dice cosas mucho peores de ti que del rival, que olé sus narices por maximizar sus acciones y su rendimiento. Esperemos que pronto cambie el argumento y, sobre todo, el final del cuento.

Yo entiendo que con todo lo que ha pasado aquí en un lustro, tras el esfuerzo realizado para que el Decano siga latiendo, con el palo que nos llevamos en junio o que tras experiencias como las de Casquero-López-Negredo y demás, el miedo y el catastrofismo exploten a los cuatro vientos: que si la grada ya tal, que si el que ficha cual, que si aquí todos son muy malos… Repito, entiendo y respeto el cabreo (no así ciertas formas que uno ve y que dan vergüenza ajena). Pero nunca olvidaría que este escudo es especialista en que, cuando peor están las cosas y cuando menos te lo esperas…

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