Como un semáforo caprichoso con el destino de Andrés Romero Sevilla se escurre entre la injusticia y el desamor con el que la Maestranza parece jugar en la carrera del rejoneador. Justamente cuando hace apenas unos meses recogía el trofeo como triunfador de la pasada temporada pudiera parecer comprensible que esta temporada ese coso del Baratillo le abriera un hueco en esa raquítica apuesta por el toreo a caballo. No ha sido así y duele. Le duele a la afición de Huelva y a todos esos seguidores de la dura carrera de un torero a caballo como Romero al que no le fue suficiente con dar la cara en tres sitios claves como la citada Sevilla, Madrid y Lisboa. Será que no solo es suficiente con dar la cara sino que además tendrá que partírtela un toro. Injusto lo de Andrés aunque poca justicia debe esperarse de quien empresarialmente no ha atendido la igualdad que pedía Ponce después de haberse echado a la espalda la responsabilidad de apuntarse en aquella feria donde los cinco magníficos le dieron el corte de mangas a la empresa, y de paso, a la afición de la Maestranza. Porca miseria. Si la hiel de estos carteles le quema a Romero, muy por encima de Lea el año pasado, en su alma a Silvera debe ocurrirle todo lo contrario porque de nuevo este año el de Huelva anda inscrito en uno de los carteles de más relevancia en todo el ciclo novilleril con esa fecha del Corpus sevillano anunciando paseíllo sobre el albero maestrante frente a los novillos de Fuente Ymbro. Un verdadero caramelo a la vista de cómo andan las circunstancias del escalafón novilleril y desde luego un tanto que habrá que apuntar en la agenda de su reciente apoderado. En plena primavera sevillana el desamor de la Maestranza con Romero se impregna de ese romance que Silvera debe buscar con todo ahínco para despejar un camino no exento de espinas, aunque sean de rosas.

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