En este primer domingo de Cuaresma, que para este cofrade y periodista va a tener una especial significación, al tener el compromiso y el honor de pregonar la Semana Santa de Huelva, he querido comenzarla con un hecho importante en la vida y la historia de una hermandad y de la que fuimos testigos en primera línea para compartirlo con nuestros lectores.

Me refiero a este 25 Aniversario que se ha celebrado esta semana en la iglesia de Santa María de Gracia de las Madres Agustinas, el traslado de la Agustiniana Hermandad de la Buena Muerte a su casa de siempre.

Constituyó, sin lugar a dudas, el cierre de una etapa con la vuelta de la hermandad al templo de sus orígenes, del que tuvo que salir y al que no volvió al ser sus imágenes destrozadas en la parroquia de San Pedro por los asaltos de la Guerra Civil. Se cierra, por tanto, un capítulo de la memoria histórica de nuestras frágiles hermandades que tanto sufrieron entonces.

La marcha desde la Concepción supuso también muchas lágrimas, pero se volvía a los orígenes, donde hoy no solo son queridos por la comunidad de Madres Agustinas, sino que con su colegio vuelven a ser el sostén de la hermandad.

Aquel traslado fue muy emotivo, lo mismo que el camino anterior que se recorrió para que todo culminara con éxito. Este tiempo, además, se ha vivido en las Agustinas de manera intensa, progresando en muchas cosas y siempre con un camino abierto para seguir avanzando.

En lo personal he tenido la suerte de encontrar a muchos y magníficos amigos en esta hermandad, que hicieron que me acercara mucho en lo personal a la cofradía.

La fotografía de Patri es de uno de los vía crucis en los años previos a ese traslado y en los que ya la hermandad llevaba hasta el convento al Cristo de la Buena Muerte, al que le entregaron su corazón las Madres Agustinas, como a la Virgen de al Consolación. Así que era fácil que regresaran y que estos 25 años haya sido un tiempo de gracia. ¡Felicidades!